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Cultura
Monasterio Santa María de la Valldigna
El Monasterio de Santa María de la Valldigna se levanta en el centro del valle del que toma su nombre. Según cuentan, sus orígenes se remontan a una anécdota protagonizada por el rey Jaime II que, a su paso por el valle de Alfándech, admirado por su belleza le comentó al abad del Monasterio de Santes Creus que viajaba con el: “Vall digna per un monestir de la vostra religió”, a lo que el religioso espetó “Vall digna”, surgiendo así la nueva denominación del valle. El rey concedió aquellas tierras al abad para que fundase un nuevo enclave cisterciense en el valle. El año 1991, la Generalitat Valenciana adquirió el monasterio y comenzaron las actuaciones de recuperación, abriéndose al público en 1998.
Edificado a semejanza del monasterio tarraconense de Santes Creus, su construcción se realizó en tres fases. La primera comenzó en el siglo XIV, levantándose la estructura completa siguiendo los cánones del Císter, en torno al claustro, y de marcado estilo gótico. Años más tarde tendría lugar una importante renovación motivada por los daños causados por el terremoto de 1396 y, posteriormente, se llevaron a cabo nuevas construcciones, tras el terremoto de 1644, en las que se construyeron nuevas dependencias ya de estilo barroco en los siglos XVII y XIII. La grandiosidad de este enclave evoca una época pasada de gloria y magnificencia en la que el monasterio se convirtió es un centro de poder y difusión de la cultura valenciana de la época.
Se puede acceder al recinto monástico por su entrada principal, el Portal Nou que recuerda a la de una fortaleza, ya que formó parte de las murallas construidas durante las guerras de las Germanias. Está construida en sillar y mampostería y lo forman dos torres adelantadas. El arco de entrada está coronado por tres pequeños escudos, dos del abad fundador del monasterio, Arnau de Saranyó y otro de la corona de Aragón. A la derecha aparece la capilla de Nuestra Señora de Gracia o la “capelleta” como popularmente se la conocía. Destaca aquí la fachada barroca adornada con pinturas murales que simulan un cortinaje en la que aparece el escudo de la Valldigna sobre un dintel y la imagen de la Virgen y el Niño dentro de una hornacina. Esta capilla servía para ofrecer culto a los habitantes del pueblo sin que éstos entraran al monasterio.
Una vez que atravesamos el Portal Nou, a la izquierda, está la almazara, una nave de construcción tardía levantada con ladrillo y mampostería que en otra época alojaba un molino de aceite, un granero y unas caballerizas. Actualmente funciona como sala multiusos dedicada a actos socioculturales.
Dentro del recinto podemos pasear por el amplio patio del monasterio donde está situada la Fuente de los Tritones, una original composición labrada en piedra de mármol rosa y gris que estuvo separada del monasterio más de 150 años. Primero fue colocada en la plaza de San Lorenzo, frente a la actual sede de las Cortes Valencianas para más tarde instalarla en los Jardines de los Viveros de Valencia. En 2005 volvió a su emplazamiento original.
La “obra nueva” fue un impresionante edificio de cuatro plantas y enormes dimensiones realizado en el siglo XVIII y contenía diversas dependencias como el refectorio de los legos, el dormitorio o la bodega almacén. El importante trabajo arqueológico que se realizó en el área, colindante al edificio, permitió descubrir otras dependencias como un matadero, un gran comedor y una cocina.
Como indicábamos al principio, todo el conjunto arquitectónico de la Valldigna se articula en torno al Claustro del Silencio, que sirve de equilibrio y núcleo al resto de edificaciones. En su parte sur se ubica el refectorio. Cubierto por bóvedas de crucería que han sido reconstruidas, se trata de una impresionante sala de planta cuadrangular, que aún conserva el púlpito del lector en su muro sur. Actualmente se utiliza, entre otras funciones, como sala de exposiciones.
Construida siendo el abad, Rodrigo de Borja -que más tarde sería el Papa Alejandro VI- la sala capitular era el lugar destinado a la lectura de la regla de la orden. La sala está cubierta por una bóveda de crucería estrellada en la que aún se distinguen los escudos de Los Borja, y sus ménsulas están decoradas con los cuatro emblemas de los evangelistas.
Separando ambas estancias encontramos el locutorio. Una especie de pasillo con dos arcos apuntados en el que los monjes cistercienses tenían permitido hablar.
Por otro lado, y como símbolo del inmenso poder del abad, que también era el señor feudal de todas las tierras colindantes, se construyó el Palacio del Abad. Un impresionante edificio que a lo largo de su historia acogió a varios reyes y otros ilustres visitantes. Anteriormente unido al núcleo monacal, una de las intervenciones más importantes en su recuperación ha sido el retorno de su claustro, que fue desmontado piedra a piedra entre 1920 y 1926 como una fase más del proceso de destrucción iniciado tras la desamortización de Mendizábal. Esta pieza de incalculable valor fue vendida al conde de las Almenas y pasó a formar parte de su mansión, conocida como “El Canto del Pico” en Torrelodones (Madrid) y que había sido construida con piezas expoliadas de diversos monumentos de todo el territorio español. La Generalitat logró recuperarlo y, actualmente, “el claustret” vuelve a lucir espléndido en su emplazamiento original.
Otro de los elementos clave de este conjunto religioso es, sin duda, la Iglesia de Santa María de la Valldigna. El edificio actual es la tercera construida en el mismo lugar tras la destrucción de las anteriores después de los terremotos de 1396 y 1644. Su fachada principal, austera y sencilla, contrasta con su riqueza interior. Compuesta por una única nave, tiene planta en forma de cruz latina y seis capillas laterales. El atrio, de estilo dórico y ornamentación churrigueresca muy recargada, era el único lugar del templo al que tenían acceso las gentes del pueblo. El interior de esta iglesia es una de las grandes representaciones del barroco valenciano, y gracias a un minucioso trabajo de restauración, podemos contemplarla en todo su esplendor. Aquí encontramos una abundante decoración pictórica y ornamental que contrasta con la gran sobriedad arquitectónica del conjunto. Además consta de un campanario situado en la cabecera de la iglesia. Actualmente sin culto, la iglesia acoge eventos de carácter cultural, especialmente musical.
El Monasterio de Santa María de la Valldigna, que pertenece a la Ruta de los Monasterios de Valencia, puede visitarte en invierno de lunes a domingo de 9:00 a 15:00 horas y de 16:00 a 18:00 y, en verano de lunes a domingo de 9:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas.