Red de Caminos
Naturales
Etapa 4: Muro - Vozmediano
Descripción
La etapa del Moncayo
Siguiendo los trazos de la Vía antonina XXVII, la cuarta etapa del Camino Natural continúa en la provincia de Soria y recorre los 16 kilómetros que separan las localidades de Muro y Vozmediano, testigo de las disputas entre los reinos de Castilla y Aragón, pasando por Ágreda.
Muro, situada a unos mil metros de altura sobre una ladera, en la depresión formada entre las sierras del Madero y del Moncayo, es el punto de partida de la cuarta etapa del Camino Natural del Agua Soriano-Camino Antonino. Comenzaremos el recorrido a las afueras de la población, por el camino de Ágreda, que coincide con la calzada romana. Esta etapa del Camino, al igual que la anterior, sigue los trazos de la Vía XXVII cuando resulta posible, puesto que en este tramo también se encuentran muy difuminados.
A un kilómetro y medio de Muro, en el barranco de Valdeabejas, podremos tomar un ramal que nos conducirá hasta el Alto de La Taraviela, un excelente mirador situado a 800 metros con vistas hacia las sierras circundantes, entre las que destaca por encima de todas la cumbre del Moncayo (2.315 metros), referente visual durante todo el recorrido.
Volviendo sobre nuestros pasos y continuando por la pista durante algo más de tres kilómetros, llegaremos al cruce con la comarcal C-101, que pasaremos por debajo a través de un túnel para acceder a la antigua carretera de Ólvega, que nos conducirá hasta el centro de Ágreda.
Ágreda
La villa de Ágreda se encuentra situada en la vega del río Cailes, también conocido como río Val, donde los cultivos de cereales, remolacha, girasol, maíz y alfalfa se alternan con pequeñas huertas hortofrutícolas y una escasa vegetación arbórea compuesta por encinas (Quercus ilex), robles (Quercus robur) y pinos (Pinus sylvestris) de repoblación. El pueblo limita al sureste con las laderas del Moncayo y al noroeste con una alineación de cerros que le confieren una accidentada orografía.
Árabes, judíos y cristianos inmortalizaron su presencia en Ágreda, conocida como “la villa de las tres culturas”. Deseada por castellanos, navarros y aragoneses, Ágreda fue reconquistada en 1118 por Alfonso I el Batallador y conserva importantes vestigios de este pasado histórico en numerosos edificios civiles y religiosos.
De su pasado árabe queda un torreón, restos de la muralla y dos puertas emirales: el torreón de La Muela, levantado a las afueras sobre una roca cortada a pico por encima del barranco del Queiles, en un paraje donde se ubican los orígenes de Ágreda; la Puerta del Agua, un arco de herradura que daba acceso a la alcazaba, el recinto militar desde el que se dominaba todo el paso hacia el Valle del Ebro, y la Puerta del Cementerio o Arco Emiral, del siglo IX, que daba acceso a la ciudad árabe y estaba situada frente a la colina que sirvió de necrópolis musulmana.
De lo que fue el barrio árabe solo quedan lienzos de la muralla, que han sido restaurados, y un mirador hacia las huertas en bancales trazadas por los moriscos. También se conserva en buen estado una fuente orientada hacia la Meca, vestigio del sistema de regadío utilizado por los árabes. En las proximidades del barrio árabe se conserva aún el trazado de lo que fueron las calles de la judería. Podremos conocer en profundidad todo este legado en el centro de interpretación de la ciudad.
Tras la repoblación cristiana de Ágreda, durante la Edad Media, se construyeron otros tres recintos amurallados. Los cuatro recintos eran independientes entre sí, estaban conectados por puertas y defendidos por torreones. Ejemplo de estas defensas son la Torre del Tirador; la de Almazán, que permitía el acceso al recinto de San Miguel; y la de Santiago, por la que se entraba al recinto de Nuestra Señora de la Peña, donde hoy encontramos la iglesia del mismo nombre, uno de los pocos templos románicos con doble nave. Fue reformada en los siglos XV y XVI en estilo gótico y, desde 2002, acoge el Museo de Arte Sacro de la comarca.
En el recinto amurallado de La Peña también se conservan la antigua sinagoga, situada en una de las calles que pertenecieron a la judería, y dos puertas, la Puerta de Santo Domingo y la Puerta de los Pilares, que daba acceso a la ciudadela del Castejón, apellido de una de las muchas familias de nobles que se asentaron en Ágreda durante los siglos XV al XVII. En la antigua ciudadela de los Castejones podremos contemplar dos grandes casonas del siglo XVI que formaban parte del conjunto de palacios que levantó esta familia. También del siglo XVI es el Palacio Municipal, de estilo renacentista.
Encontraremos el Palacio de los Castejones en el recinto amurallado de San Miguel. Se trata de otro edificio renacentista del XVI y uno de los escasos palacios de esta época construidos con jardines que hoy podemos visitar en el Jardín Renacentista de Don Diego González de Castejón y el Jardín de la Memoria. También hallaremos la iglesia gótica de San Miguel, con torre románica del siglo XII, y el convento-museo de la Venerable Sor María de Jesús, que esta religiosa mandó construir en el siglo XVII. Nacida en Ágreda en 1602, además de mística, escritora y santa, María Coronel y Arana fue confidente del rey Felipe IV y una de las mujeres más influyentes de su tiempo.
En el recinto amurallado de San Juan, el de mayor extensión, se conservan la basílica de Nuestra Señora de los Milagros, cuya construcción fue promovida en el siglo XVI por la orden de los Agustinos, y uno de los mejores exponentes de la arquitectura religiosa soriana de ese siglo; así como las iglesias de Nuestra Señora de Magaña y de San Juan Bautista; la Puerta de Añavieja, y el torreón de la Costoya.
Después de conocer este valioso patrimonio histórico y cultural, saldremos de Ágreda por el parque de la Dehesa, uno de los atractivos turísticos más visitados de la villa.
Los Ojillos del Val
Al final del parque de la Dehesa, el Camino Natural nos llevará hasta Los Ojillos del Val, una zona de humedal donde el río Val aflora a la superficie en distintos manaderos. El Val o Cailes es un afluente del Queiles que nace en Ólvega, alimentado por manantiales que recogen las aguas del Moncayo. Debido a la permeabilidad de las rocas y la escasa pendiente en su primer tramo, el Val se infiltra y reaparece en Ágreda a la altura de Los Ojillos del Val, donde fluye a la superficie con un caudal de 50 litros por segundo.
Desde Los Ojillos del Val continuaremos unos cuatro kilómetros por la pista que asciende por el barranco de Cañada Rosa hasta alcanzar el camino de la Cuesta Mala, por el que seguiremos algo más de un kilómetro hasta el cruce de Los Cuatro Caminos, donde cogeremos la carretera que nos llevará hasta Aldehuela de Ágreda.
Aldehuela de Ágreda
A poco más de 1.000 metros de altitud, sobre la falda del Moncayo, se encuentra Aldehuela de Ágreda, un pueblo de montaña con un duro clima que mantiene su población bajo mínimos. Este núcleo urbano pertenece al municipio de Ágreda y en él podremos visitar la iglesia de San Lorenzo, una obra del siglo XVII con una sola nave de pequeñas dimensiones, dos capillas laterales y una torre a los pies. Su altar está presidido por el Cristo del Perdón, a cuyos lados, en dos hornacinas, se encuentran las figuras barrocas de San Lorenzo y San Ramón Nonato.
En la plaza de la iglesia tomaremos la calle Mayor en dirección al Norte hasta el extremo del casco urbano, donde continuaremos hacia el Noreste por el camino de Vozmediano. A continuación, el trazado se ajusta a la mojonera y, poco después, gira hacia el Este para descender bruscamente por el barranco del Queiles.
Una vez cruzado el cauce y continuando por la senda, llegaremos hasta el nacedero del río Queiles y, desde allí, hasta Vozmediano, donde finaliza la cuarta etapa por Tierra de Ágreda, profundamente marcada por la presencia del majestuoso Moncayo.
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El parque de la Dehesa
El parque de la Dehesa de Ágreda es una extensa zona verde utilizada por visitantes y lugareños como lugar de esparcimiento y paseo. Tras la conquista cristiana de la villa, fue ocupado por la orden de los hermanos hospitalarios de San Juan de Jerusalén, los caballeros de Malta, sirviendo de abastecimiento para el asentamiento templario.
Durante el reinado de Alfonso X el Sabio este vergel contribuyó con sus pastos a mantener la economía de los labradores más pobres, hasta que el municipio lo convirtió en bien comunal, siendo durante mucho tiempo centro agrícola y dehesa boyal para el ganado mayor.
En el siglo XVIII la dehesa empieza a convertirse en el lugar de ocio y recreo que hoy conocemos con la plantación de alamedas y el diseño de paseos. El parque de la Dehesa se divide actualmente en tres paseos, siendo el primero de ellos el parque de Moisés Calvo, que alberga el quiosco de música.
El segundo paseo, el del Intendente, está formado por dos filas de castaños de Indias (Aesculus hippocastanum), que forman la mayor extensión de castaños de Indias alineados de Europa, y una inmensa pradera. En este paseo también hay una fuente de agua sulfurosa con propiedades terapéuticas, conocida por su olor como la fuente “de los huevos podridos”, y un jardín de árboles centenarios.
El tercer paseo es la parte del parque más visitada. Cuenta con una bonita zona arbolada con distintas especies dispuestas en hilera, y con mesas de piedra y madera, fuentes, asadores y una amplia zona verde.
El nacimiento del Queiles
Al suroeste del núcleo urbano de Vozmediano, a unos 1.000 metros de altitud, encontramos el nacedero del río Queiles, donde el agua, procedente del Moncayo, mana a borbotones de forma explosiva y ruidosa a través de una cueva. La enorme fuerza y presión con la que brota, a unos 1.500 litros por segundo, hacen del nacedero del Queiles el manantial más espectacular de Europa.
Este tipo de manantial está considerado como una “fuente vauclusiana” o “fuente resurgente”, por tratarse de un curso de agua ya preexistente que ha sido absorbido por el terreno en lugares muy permeables, filtrándose por fisuras o rocas diaclásticas, y que emerge posteriormente a la superficie. Esto es lo que ocurre con las aguas del río Araviana, que nace en la cuenca del Duero, pero sufre un trasvase natural a la cuenca del Ebro desde su cabecera, emergiendo de nuevo en Vozmediano.
El Araviana nace dentro del círculo que la divisoria de las cuencas del Duero y del Ebro dibuja alrededor del macizo del Moncayo, que por su altitud y situación constituye una importante zona generadora de recursos hídricos que drenan casi en su totalidad hacia la cuenca del Ebro. Buena parte de esos recursos hídricos se infiltran al pie de las sierras, cuando las escorrentías superficiales del Moncayo entran en contacto con materiales permeables, alimentando subterráneamente a los acuíferos. De esta forma, las aguas de la vertiente soriana del Moncayo y de las sierras del Tablado y del Toranzo afloran en el nacimiento del Queiles.
Así, el agua del río Araviana desemboca en el nacedero de Vozmediano y, desde allí, va a parar a Aragón, desembocando finalmente en el Ebro cerca de Tudela (Navarra). De ahí el conocido dicho popular entre los pueblos de la zona que dice: Moncayo, traidor, que haces pobre a Castilla y rico a Aragón.
El Moncayo
El macizo del Moncayo y sus sierras aledañas separan la Meseta de la depresión del Ebro. Se localiza en el extremo noroccidental de la Cordillera Ibérica, entre el valle medio del Ebro y los altiplanos sorianos. Su cumbre, el Moncayo, Mons caunus para los romanos (monte cano o monte blanco), también conocido como Pico San Miguel, con una altura de 2.315 metros, es el techo de todo el Sistema Ibérico.
El Moncayo constituye una divisoria hidrológica de primer orden, entre las cuencas del Duero y del Ebro, a las que realiza elevadas aportaciones hídricas que conforman las cabeceras de tres ríos: el Queiles, el Huecha y el Isuela, además de distintos manantiales y fuentes en sus laderas medias y bajas, que abastecen pueblos y campos.
Su especial ubicación fronteriza, entre el ambiente húmedo propio de Europa y el seco propio del Mediterráneo, también le permite interceptar los frentes nubosos procedentes del Atlántico. Todo ello, unido a su aislamiento y peculiar geología, hacen de este enclave un espacio natural de gran diversidad biológica e importancia ecológica.
En la base de la montaña se encuentran carrascales (Quercus ilex L. subsp. rotundifolia) y, según se gana en altura, especies caducifolias como el rebollo (Quercus pyrenaica). Entre los 900 y 1.800 metros de altitud, las laderas se cubren por un denso pinar de repoblación con distintas especies, como el pino silvestre (Pinus sylvestris), el pino negro (Pinus uncinata) o el pino laricio (Pinus nigra), mientras que en las cumbres y circos crecen pequeñas plantas como el enebro rastrero (Juniperus chinensis), la sabina rastrera (Juniperus sabina) o el piorno (Cytisus multiflorus).
El hayedo del Moncayo, distribuido entre los 1.100 y los 1.650 metros, es uno de los más meridionales de Europa, lo que incrementa su alto valor ecológico, pero la singularidad de esta montaña no solo radica en su gran biodiversidad, ya que sus cumbres también albergan restos de tres glaciares en los circos de San Miguel, San Gaudioso y Cucharón, localizados en la vertiente nororiental del macizo.
La variedad de ambientes en el Moncayo también hace que su fauna sea rica y variada. En las zonas altas son frecuentes la alondra (Alauda arvensis), la collalba gris (Oenanthe oenanthe), el bisbita alpino (Anthus spinoletta) o la tarabilla común (Saxicola torquata). En los matorrales domina el pardillo común (Carduelis cannabina), el escribano montesino (Emberiza cia) y el petirrojo (Erithacus rubecula). Este último, junto al arrendajo (Garrulus glandarius), son las aves más frecuentes en las zonas arboladas. Sobrevolando las zonas altas se pueden ver abundantes buitres leonados (Gyps fulvus) y algún alimoche (Neophron percnopterus), cernícalo común (Falco tinnunculus) o águila real (Aquila chrysaetos), mientras que en el interior del bosque se puede avistar algún azor (Accipiter gentilis) o gavilán (Accipiter nisus).
En las zonas húmedas es habitual la presencia de la rana común (Rana perezi), el sapo común (Bufo bufo) y el sapo partero (Alytes obstetricans). También hay tritones jaspeados (Triturus marmoratus) y palmeados (Triturus helveticus), luciones (Anguis fragilis) y culebras de agua (Natrix maura). Entre los mamíferos, destacan el jabalí (Sus scrofa) y el corzo (Capreolus capreolus), el zorro (Vulpes vulpes), la garduña (Martes foina), la gineta (Genetta genetta), el gato montés (Felis sylvestris), el erizo (Erinaceus europaeus) y varias especies de ratones (Mus musculus), musarañas (Crocidura russula) y topillos (Talpa europaea).
Toda esta gran variedad de especies de fauna y flora han hecho del Moncayo un espacio natural de alto valor ecológico, lo que ha llevado a proteger el macizo con distintas figuras de protección. Ya en tiempos pasados, la Administración consideró la necesidad de proteger el Moncayo, por lo que en 1927 el monte “Dehesa del Moncayo”, de 1.500 hectáreas, fue declarado Sitio Natural de Interés Nacional. Posteriormente, en 1998, su parte aragonesa fue declarada Parque Natural de la Dehesa del Moncayo, abarcando un total de 9.848 hectáreas de la sierra.
El macizo del Moncayo también cuenta con 5.705 hectáreas protegidas como Zona Especial de Conservación y Lugar de Importancia Comunitaria y 7.098 como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) dentro de la Red Natura 2000 europea, dos zonas que el Camino Natural del Agua Soriano-Camino Antonino bordea a su paso por la provincia de Soria.
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Ciclabilidad
Esta Cicloetapa se corresponde a las etapas 4 a 6 del Camino Natural
TIPO DE FIRME, PORTEOS Y DIFICULTAD
RECOMENDACIONES DE SEGURIDAD
-Tramos compartidos con senderistas y vehículos agrícolas .
-Tránsito por el centro algunos núcleos poblacionales.
RECOMENDACIONES GENERALES
-Infórmate sobre los aspectos técnicos de la ruta y sobre la meteorología del día.
-Cuida del medio ambiente. Procura no molestar a los animales ni deteriorar la vegetación. Respeta las zonas privadas.
-Debes dar prioridad a los peatones y cumplir con las normas generales de circulación.
-El entorno por el que vas a circular es abierto, de libre circulación y escenario de múltiples actividades (deportivas, forestales, ganaderas y agrícolas). Mantén una actitud comprensiva, prudente, responsable y respetuosa.