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Cultura
Monasterio de Nuestra Señora de Rueda
En mayo de 1182 comenzaba la construcción del monasterio de Rueda. Meses antes, el rey Alfonso II había cedido a la orden del Císter el castillo y la villa de Escatrón. Hay indicios que sitúan el origen de esta descomunal construcción mucho tiempo antes, hacia 1152. Ese año se fundaría la abadía de Nuestra Señora de Saltz, a manos de los monjes de Gimont y, posteriormente, se fundaría la abadía de Juncería, en Villanueva de Gállego, de donde procedían los monjes que fundaron el de Rueda.
Las obras de este monumento se prolongaron hasta 1350. De esta manera la capilla de San Pedro y los antiguos refectorios se consagraron en el año 1202, mientras que la iglesia lo haría en 1238. Los trabajos continuaron hasta finales del siglo XIV, aunque se realizaron varias modificaciones entre los siglos XVI y XVII que terminaron de configurar el complejo que hoy día conocemos.
Debido a este largo proceso, encontramos distintos estilos que van desde el gótico pleno, hasta el renacentista y barroco. Así, la iglesia abacial del siglo XIII, pertenece al gótico. Está conformada por tres naves con cinco tramos cada una. Su cabecera es triple y está compuesta por tres capillas con testero recto y falso crucero. Se construyeron igualmente capillas laterales en la zona del evangelio. Todo ello bajo una bóveda de crucería sencilla. De gran belleza es la portada, en la que se diseñaron unas finas arquivoltas que se extienden hasta llegar al suelo, aunque se ven interrumpidas por una finísima línea de capitales en los que hay adornos florales. En la cabecera está adosada una gran torre de estilo mudéjar.
En la iglesia hay un acceso al claustro entorno al que se articulaban las dependencias y la vida monástica. De planta cuadrada, destaca el jardín situado en su parte central con arquería ojivales rematadas con rosetones de estilo gótico cisterciense.
Además, el complejo se completa con una serie de infraestructuras hidráulicas en los alrededores de las construcciones principales, como un azud, un molino harinero, una noria y una rueda utilizada para elevar el agua del río hasta un acueducto, también gótico, que llevaba el agua a las dependencias monásticas.
El Gobierno de Aragón se puso al frente de la restauración de este hermoso monumento debido al estado de abandono al que habían llegado la mayoría de las construcciones. De esta manera y gracias a los trabajos realizados, hoy día podemos visitar el complejo e, incluso, quedarnos a pasar la noche. Fue declarado Monumento Nacional en 1924.