
Puntos de Interés
Municipio
La Cartuja Baja
En la capital aragonesa, encajonado entre el río Ebro y la carretera de Castellón N-232, se encuentra el particular barrio de la Cartuja Baja, un enclave de gran interés por su historia y patrimonio declarado como Conjunto de Interés Cultural.
El atractivo de este barrio rural se debe a su peculiar origen, y es que su historia se remonta hasta 1629, cuando el noble zaragozano Don Alonso de Funes y Villalpando estableció en su testamento su voluntad de fundar un monasterio. Tras su muerte, fue su esposa Doña Jerónima Zaporta quien se encargó de cumplir con los deseos de su difunto marido, ubicando el futuro emplazamiento en un paraje cercano a la villa de Alcañiz llamado la Torre de los Martucos. Finalmente en 1963, los monjes erigirían el monasterio en el denominado Torre de las Vacas o de Martín Cabrero, cerca de Zaragoza.
Durante años, los monjes fueron adquiriendo nuevos bienes y propiedades gracias en buena parte a la herencia legada por sus fundadores, pero también debido al trabajo de los propios religiosos y a otras donaciones. No fue hasta 1731 que se pudo consagrar la iglesia, pero aún habría que esperar hasta 1767 para que los monjes declarasen el monumento definitivamente terminado. En los años sucesivos se realizaron distintas reformas hasta que, tras los sucesos de la Guerra de la Independencia Española y diversos decretos desamortizadores, la congregación se vio obligada a abandonar el monasterio en 1836. A partir de entonces, el conjunto pasó a manos de particulares que lo fueron transformando paulatinamente hasta conformar el aspecto actual de lo que es hoy el barrio de la Cartuja Baja.
Las calles de la Cartuja Baja mantienen el trazado original de la finca y en ellas pueden admirarse algunas de las edificaciones que sirvieron al monasterio durante sus años de actividad. Entre ellos destaca la hospedería, donde se alojaban los monjes; la procura, donde se realizaban diferentes tareas domésticas; la iglesia de estilo barroco clasicista; la sala capitular, donde se trataban los asuntos de la congregación; el refectorio, lugar donde comían en estricto silencio solo interrumpido por las lecturas de los libros sagrados; la muralla; la portería, la entrada a la Cartuja; y por supuesto, el gran claustro, por mencionar los más representativos.
Se halla cerca de aquí, además, a unos 3 km río abajo, el Galacho de la Cartuja, que forma parte desde 2011 de la Reserva Natural de Sotos y Galachos del Ebro, un reconocimiento que comparte con el Galacho de la Alfranca de Pastriz y el Galacho de El Burgo de Ebro.
Los vecinos de la Cartuja que desempeñan su labor profesional en la zona se dedican al turismo y al sector servicios principalmente, aunque gran parte de la población se desplaza diariamente hasta las industrias presentes en Zaragoza dedicadas principalmente al automóvil, la logística, los transportes, la agroindustria y el turismo.
En cuanto a las festividades, a parte de las que comparte con Zaragoza, merece especial mención la recreación histórica de la fundación del último y más grande convento cartujo de Aragón. Los vecinos participan de este evento en el que se remonta al siglo XVII para teatralizar seis escenas que repasan la historia de La Cartuja desde 1634 hasta 1835.