Red de Caminos
Naturales
Etapa 39: Móra d'Ebre - Benifallet
Descripción
Por las huertas de Benissaret y Benifallet
Partiendo del municipio de Móra d’Ebre el camino de las Sènies guiará los pasos del senderista hasta la feraz huerta de Benissanet y el núcleo monumental de Miravet. Esta población suma a su entorno natural los restos de su castillo templario, en una de las imágenes emblemáticas del curso bajo del Ebro. Aquí concluye la llanura y comienza un tramo abrupto, al acercarse a las estribaciones finales de la Cordillera Litoral Catalana. Por su parte, el desfiladero del Paso de Barrufemes permite flanquear el río sobre un paredón vertical y llegar a Benifallet, después de cruzar a la margen izquierda por el puente del Llaguter en medio de un paisaje de naranjos y frutales.
Tras salir de Móra d’Ebre tomando el vial que pasa bajo la arcada del puente, se gira a la derecha, tomando el camino de las Sènies que enseguida salva, por debajo, el nuevo puente de la N–420.
Se sigue progresando en dirección sur y, tras vadear el barranco del río Sec, entre masías y norias (cenias) a ambos lados, se hacen dos giros de 90º (el primero a la izquierda, el segundo a la derecha), que permiten al viajero llegar a la localidad de Benissanet. Desde este punto hay que tomar dirección Miravet por la carretera T-324, dejando atrás una plazoleta con un crucero.
Antes de llegar a dicha población se alcanza el Raval dels Canterers (alfareros). En él, tras una ligera curva de la travesía urbana, se toma la calle de la izquierda, que da acceso a los campos y permite bordear la parte nueva de la localidad. De esta forma se llega hasta la orilla del río en la plaza del Arenal, bajo el casco antiguo del Miravet histórico. Es hora de abandonar vetusta población, para lo cual es necesario subir, desde la explanada de la ribera, por la calle del Forn hasta encontrar la plazoleta de la iglesia. A un lado, un callejón junto a la parroquia lleva al mirador de Sanaqueta, aunque el camino natural sale en dirección suroeste, por una calle empedrada que de inmediato inicia un pronunciado descenso.
Después de bajar la Costera de Riago y de unos metros en llano, se llega a un cruce presidido por un viejo algarrobo, conocido como el Garrofer de l’Onso, donde parte un sendero, a mano derecha, que sube al castillo. Más adelante, el camino se convierte en pista y asciende hasta llegar a un cruce. A la izquierda, por firme asfaltado, se recorre toda la hondonada cultivada y se acerca a un promontorio próximo al río. Es momento de tomar aire y disfrutar de unas magníficas vistas sobre el río, antes de comenzar a descender y alcanzar la puerta corrediza de una finca que, por su condición de camino público, siempre hallará abierta al caminante.
Dentro de la finca, el viejo camino de Miravet a Benifallet es prácticamente siempre un camino de servicio de la propia explotación. Sólo un pequeño tramo de 400 m debe recorrerse por un sendero recuperado al monte, subiendo a un suave collado para después volver a bajar entre mandarinos hasta la misma vega del Ebro.
En los límites de la finca, allí donde el río se aprieta contra la ladera rocosa, la pista se vuelve senda y se dispone a superar el Pas de Barrufemes o Roca Folletera.
En este paredón rocoso, que cae vertical sobre las aguas del Ebro, el camino se abre paso, ajustándose a la orilla, bajo una orla arbolada de buen porte. Álamos, sauces y cañas acompañan el sendero hasta que éste muere sobre la pista de entrada a los primeros campos de la huerta de Benifallet.
Los pasos del senderista avanzarán a partir de este momento entre campos de naranjos, recorriendo esta estrecha franja de terreno que el Ebro permite en su encajamiento. Después se vadea el barranco de Les Murtes y la vía convierte su pavimento en asfalto lo que permite subir más fácilmente a una altura superior. Finalmente se deja atrás un cruce desde el que ya se intuye Benifallet y donde se toma el vial de la derecha. Desde aquí el camino gana el arcén de la carretera C–12, junto al puente de Llaguter que, una vez cruzado, da acceso al núcleo poblacional de Benifallet.
Enlaces de interés
Perfil
Destacados
Información adicional
Miravet, Benissanet y Benifallet
Miravet está dominada por el soberbio castillo, edificado por musulmanes y templarios, situado unos 300 m más alto que el río. Su término municipal se extiende también por la orilla izquierda del río, por lo que existe una plataforma (barca de sirga) para personas y vehículos que cruzan el río. El valor escénico que combina la lámina del río profundo y el fondo cerrado por la mole rocosa, coronada por el castillo medieval y por la que se derrama el casco antiguo de Miravet, se materializa en uno de los parajes emblemáticos del curso bajo del Ebro.
Los nombres de Benissanet y Benifallet son de origen árabe. Benissanet es una población situada en el centro del extenso llano de regadío que domina el cono del castillo de Mora. Volcada en el cultivo de melocotones, posee un interesante museo de instrumentos musicales. Benifallet está también dedicada a la agricultura intensiva de frutales, sobre todo naranjos. En su término se puede visitar la Cova de les Meravelles, el poblado íbero de la Roca Roja y el balneario de Cardó.
La navegación en el Ebro
A lo largo de los siglos, todos los pueblos y culturas que han habitado las orillas del Ebro también lo han navegado. Iberos, griegos, romanos, musulmanes y cristianos medievales utilizaron sus aguas para comerciar y viajar, para batallar y para dominar el territorio, haciendo de él la principal vía de comunicación de la región. El Ebro, como un gran río vivo, ha ido cambiando su forma continuamente.
La naturaleza, con sus periódicas avenidas, y la mano del hombre, con la construcción de obras hidráulicas sobre el cauce, han condicionado un caudal irregular, de grandes avenidas, prolongados estiajes y un lecho cambiante, no siempre adecuado para la navegación. De este modo, si bien los griegos consiguieron navegar desde el delta del Ebro hasta Varea (junto a Logroño), instalando allí un importante puerto fluvial, más frecuentes fueron los recorridos más cortos, puesto que el transporte de gran distancia a duras penas conseguía llegar hasta Zaragoza.
Hubo varios intentos serios de navegación para potenciar el comercio y el transporte de pasajeros, no sólo utilizando el propio lecho del río, sino también con la construcción de importantes y anchos canales paralelos, como el Canal Imperial de Aragón, desde las inmediaciones de Tudela hasta Fuentes de Ebro; o el canal de la Derecha del Ebro, que desde Xerta buscaba el cómodo puerto fluvial de Sant Carles de la Ràpita. Sin embargo, la llegada del ferrocarril, otras mejoras sobre la red de comunicaciones terrestres, así como la construcción de grandes presas y embalses, obligaron a desechar definitivamente cualquier intento de navegación del Ebro a gran escala.
Embarcaciones tradicionales
Para el transporte de mercancías, tradicionalmente se utilizaban pequeñas embarcaciones, conocidas en el área catalanoparlante como llaüts, que cargaban hasta 30 toneladas. Aguas abajo, viajaban llevadas por la fuerza del río; aguas arriba, lo hacían a remo, con el viento cuando éste era favorable y el capitán diestro, o mediante una sirga que era tirada desde la orilla por hombres o, más tarde, por una mula. Desde Escatrón a Tortosa viajaban carbón, cereales, sal, lanas, cueros, azafrán y ganado caballar; de Tortosa a Escatrón, procedentes de Barcelona, lo hacían especias, azúcar, tejidos finos, colorantes y muebles. También, desde las montañas fronterizas, viajaba en primavera hasta Tortosa la madera, que se transportaba uniendo los troncos hasta formar una almadía (llamadas en el ámbito aragonés nabatas y, en el catalán, rais).