Red de Caminos
Naturales
Etapa 12: Miranda de Ebro - Haro
Descripción
Últimos pasos por el curso alto del Ebro
En esta etapa se abandona el curso alto del Ebro para entrar en el medio; un cambio geográfico que se realiza en el desfiladero de las Conchas de Haro. Antes, se recorre la llanada de Miranda de Ebro a Ircio y el collado Gobera, dos puntos que destacan por las panorámicas que ofrecen, y se desciende a Herrera, pasando por unas interesantes salinas que pertenecieron al monasterio de Santa María la Real. Una pista paralela al Ebro permite salvar luego las Conchas de Haro, pasando junto a la ermita de San Felices y los acantilados de Bilibio, para así adentrarse en La Rioja y sus paisajes de viñedos, con la monumental ciudad de Haro como primera parada.
La salida de Miranda (460 m) se lleva a cabo por el parque fluvial del Ebro, a lo largo de su margen derecha, y continúa por el paseo arbolado hasta una pista de tierra que, en dirección este, deja el cauce a la izquierda. El Camino Natural del Ebro se adapta a las sinuosidades del río, cuyo cauce poblado de alisos, fresnos y chopos, recibe aquí las aguas del Bayas y un tramo después del Zadorra. A partir de ese punto, avanza en dirección sur por una pista entre cultivos y conecta, primero con un carril de tierra y luego con otro de asfalto.
El sendero pasa junto a este carril bajo el puente, la vía del ferrocarril y llega a un ensanche del terreno entre huertas. El camino, paralelo al nuevo carril de asfalto que lleva al pueblo, sube por una trocha y sale al “Balcón de Castilla” y la plaza de Ircio. La localidad ofrece excelentes vistas de los alrededores desde el citado mirador o junto a la iglesia barroca de San Pedro, levantada entre los siglos XV y XVIII (7 km; 1 h 30 min).
En Ircio el GR 99 cruza la carretera y sigue un camino de tierra que es el vía crucis del lugar. Tras abandonar este vial, baja por una senda herbosa al sur, al collado Gobera (680 m). Hasta aquí se llega por un camino de herradura entre espesa vegetación de carrascas y bojes y, luego, a lo largo de un gasoducto.
El collado ofrece panorámicas del Espacio Natural de los Montes Obarenes, la sierra de Toloño y las Conchas de Haro. El descenso a Herrera se realiza por una pista entre carrascas, bojes y quejigos, primero en dirección sureste y después, a la altura de un gran campo flanqueado por abetos, al sur, por la pista que lleva al monasterio de Santa María la Real de Herrera o de los Camaldulenses, de los siglos XIII al XVIII y sus casas dependientes, sitas a la derecha.
Desde el desvío (11,2 km; 2 h 55 min), la ruta sigue a la izquierda y en unos 250 m llega a las salinas de Herrera, pertenecientes antaño al monasterio, de las que se conservan restos de pozos de sal y de agua, la rueda hidráulica para elevar el agua a las balsas y el almacén, todo dispuesto en una continua sucesión de bancales.
El recorrido prosigue por la pista que remonta un arroyo hasta unos campos con grandes robles. En este punto, el camino sube a la derecha hasta un pequeño collado (590 m), y se encaja junto a la AP-68 hasta un puente, (15,1 km; 3 h 50 min), que da acceso al área de merendero, la ermita de San Felices y los riscos de Bilibio (situados sobre las Conchas de Haro), un enclave que ofrece magníficas panorámicas de los alrededores.
La ruta continúa por el antiguo trazado de la calzada romana, que coincide con el sendero Oja-Tirón, entre viñas y cereal hasta su conexión con un puente que cruza la AP-68 y llega a la LR-306. Tras cruzar esta carretera el camino gira a la derecha y discurre paralelo a ella, a la vía del ferrocarril y los viñedos de Haro. Poco después cruza la vía y junto a la LR-306 llega a un desvío a la izquierda, por la finca de Bodegas Bilbaínas, y luego junto a su edificio sale al puente sobre el Tirón, donde se enlaza con la etapa 13 (445 m; 21,6 km; 5 h 20 min).
Haro ofrece todo tipo de servicios y un bello casco histórico, aunque la ciudad es famosa sobre todo por la producción de vino de Denominación de Origen Calificada Rioja de sus afamadas bodegas.
Enlaces de interés
Perfil
Destacados
Información adicional
La Plaza Mayor de Valladolid
También llamado Yermo Camaldulense de Herrera es una construcción de los siglos XIII al XVIII. Alfonso VIII de Castilla donó estas tierras fronterizas entre las actuales provincias de Burgos y Logroño a la Orden del Cister en el 1176. En 1178 se establecieron un grupo de monjes benedictinos, quienes lo habitaron hasta la desamortización de Mendizábal de 1835. Tras su ocupación por carmelitas y capuchinas a comienzos del siglo XX, en 1923 se establecieron los calmandulenses. Hoy día en este lugar rige clausura, por lo que sólo se admiten visitas masculinas los martes y sábados de 15:30 a 17:30.
La Plaza Mayor de Valladolid
Miranda de Ebro ocupa, sin duda, un lugar estratégico. Su vega habitada por berones y autrigones en tiempos prerromanos, continuó siendo una fértil zona de paso y producción agrícola en época romana. Durante el Medioevo, su condición fronteriza entre Castilla, País Vasco y La Rioja, que aún mantiene, le reportó cierto control del comercio interterritorial y, por tanto, una notable prosperidad económica gracias al cobro de tributos por las mercancías que atravesaban su puente sobre el río. Esa bonanza económica se mantuvo en el XVIII, con la instalación de talleres y fábricas. En 1795 los mirandeses impidieron que la Convención Francesa superase el Ebro, lo que forzó la firma del Tratado de Basilea. Más tarde, en la guerra de la Independencia el ejército francés se hizo con un valioso botín y durante las guerras carlistas fue escenario del fusilamiento del general carlista Carnicer. Su despegue industrial se produjo en 1864, con la llegada del ferrocarril, lo que se tradujo en un crecimiento de la población y en un nuevo impulso al comercio. En la década de 1980, las pequeñas y medianas empresas sustituyeron a las grandes. Aun así, continúa siendo un pujante centro industrial y, por supuesto, un importante eje de comunicaciones.
En la ciudad destaca la iglesia románica del Espíritu Santo, del siglo XIII (Monumento Histórico Artístico en 1931); la arquitectura renacentista representada por la iglesia de Santa María, las casas de las Cadenas y de los Urbina y la picota o rollo de la villa, todo ello del siglo XVI; el ayuntamiento y el puente de Carlos III, de época dieciochesca; la isabelina estación de ferrocarril (1862); el parque de Antonio Machado (1915); y el templo de San Nicolás, de influencia racionalista.