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Cultura
Molinos de Alcázar de San Juan
Este municipio manchego conserva hoy cuatro de los 19 molinos de viento que en su día llegó a tener la localidad. Se ubican coronando el cerro de San Antón, actuando como torres vigías de Alcázar de San Juan. Sus nombres, como no podía ser de otra manera, se encuentran muy vinculados con la novela universal que les dio fama mundial: Rocinante, Fierabrás, Dulcinea y Barcelona. Lo que Don Quijote confundió con temibles gigantes no son más que un ingenio mecánico de gran precisión pensado para moler el grano y obtener harina gracias al aprovechamiento de la energía eólica.
El papel del molinero era fundamental en el mantenimiento de estos molinos de viento. Se trataba de un trabajo muy duro y temporal que requería una importante fortaleza física para llevar el cereal y la harina, así como para mover las piedras. Además se trabajaba muy intensamente pero tan solo en la época posterior a la cosecha y en aquellas jornadas donde el viento permitía moler el grano. La dureza del trabajo haría que cada vez fueran menos los interesados en practicar el oficio de molinero, condenando con ello al olvido a estas infraestructuras.
Esto provocó que progresivamente muchas de estas construcciones de enormes aspas, que en el pasado fueron una estampa fundamental en Castilla – La Mancha, hayan ido desapareciendo progresivamente. No obstante, aún es posible conocer cómo funcionaban estos molinos de viento en el pasado gracias a algunos conjuntos como el de Alcázar de San Juan donde, además, dos de los molinos han sido convertidos en museos. Uno de ellos está dedicado como Centro de Interpretación del Paisaje Manchego y el otro encierra una reconstrucción de la maquinaria originaria del siglo XVI que realiza moliendas tradicionales en diversas fechas a lo largo del año. El acceso a estos dos molinos convertidos en museos, así como a las puntuales moliendas es gratuito y puede realizarse de viernes a domingo en horarios de tarde y de mañana.