Red de Caminos
Naturales
Etapa 3: Playa de Vallehermoso - Alojera
Descripción
Un antiguo y agreste paisaje
A lo largo de los 15,5 km de esta etapa, que une el Parque Marítimo de la Playa de Vallehermoso con Alojera, el viajero transita por los materiales más antiguos de la isla, el denominado complejo basal. La erosión de estos antiguos materiales ha originado unos increíbles paisajes, que acompañados de las espectaculares vistas que ofrece la costa norte de la isla, hacen de esta etapa un auténtico placer para los sentidos.
Esta etapa comienza en el Parque Marítimo de Playa de Vallehermoso, justo en el lugar donde finaliza el Camino Natural Cumbres de La Gomera, que proviene de Vallehermoso. Durante los primeros 300 metros, se debe prestar atención al tráfico rodado pues es necesario caminar por la carretera hasta alcanzar un pequeño grupo de casas, situado en el km 3, donde el camino se desvía a la derecha por un tramo escalonado de hormigón, para ascender hacia Chijeré y la ermita de Santa Clara.
A partir de aquí comienza un duro tramo de zigzagueante subida por una de las escarpadas laderas del barranco del Vallehermoso. Se trata de un ascenso exigente en esfuerzo y atención, pues hay tramos de fuerte pendiente y con firme irregular que exigen al senderista un mínimo de resistencia. Este esfuerzo pronto tiene recompensa, pues el camino según va ganando altura ofrece unas vistas espectaculares del barranco de Vallehermoso, con su fértil fondo de valle y la inconfundible silueta del pitón volcánico del roque Cano, así como de los acantilados que ofrece la costa norte de La Gomera, modelados por el bravío oleaje del océano Atlántico en esta parte de la isla.
Durante 1,7 kilómetros de continuada subida, el viajero atraviesa por la formación vegetal más ampliamente distribuida en esta zona de la isla, el sabinar, que aunque se encuentra empobrecida en especies y bastante aclarado, supone uno de los sabinares más extensos del archipiélago. En él domina la sabina canaria (Juniperus phoenicea var. canariensis), aunque en estas zonas más próximas a la costa se mezcla con especies como la alcanutilla (Euphorbia aphyla), tabaibas (Euphorbia berthelotti) y matorrisco (Lavandula canariensis). Según el camino va ganando altura, aparecen ejemplares de pino canario (Pinus canariensis) y acebuche (Olea cerasiformis) alternándose con las sabinas, hasta finalizar la subida, en el entorno de la montaña de Alcalá. En este punto el viajero no debe dejar de tomar un desvío a la derecha que conduce hacia el mirador de la punta de Alcalá, pues desde aquí, además de disfrutar de un merecido descanso en las mesas habilitadas en este privilegiado lugar, puede deleitarse de una bonita panorámica de la cuenca de Vallehermoso, de la montaña de Alcalá y del majestuoso Teide coronando la vecina isla de Tenerife, que habitualmente aparece envuelto en un mar de nubes ocasionado por los vientos alisios que dejan retenida la humedad en sus laderas.
Retomando el camino, el senderista camina ahora por la ladera de umbría a través de un cómodo trazado de mucha menor pendiente, donde un bonito sabinar motea el erosionado y antiguo paisaje. Tras caminar algo más de 500 m aparece el desvío a Chijeré, pequeño asentamiento que antiguamente tuvo mucha importancia ganadera y agrícola, como atestiguan los bancales que lo rodean. Su situación estratégica, con excelentes vistas de las vecinas islas de La Palma y El Hierro, le otorgaron la condición de atalaya militar durante la Guerra Civil. Siguiendo la marcha aparece a la izquierda del camino la coqueta ermita de Coromoto, construida por un matrimonio venezolano en 1985, en el bello y casi desértico entorno de la cumbre de Chijeré. Esta parte del camino ofrece un paisaje de singular belleza ocasionado por la fuerte erosión que sufren los materiales del complejo basal que afloran en el norte de la isla, con rocas muy alteradas y descompuestas, apareciendo curiosas formaciones geológicas provenientes de erupciones muy antiguas: grandes bolos de piedra creadas por las burbujas de gas encerradas en la lava, bombas volcánicas incrustadas entre las petrificadas cenizas o estrías de diferentes colores debido a la mezcla de diferentes minerales.
El caminante se encuentra en las proximidades del Monumento Natural de los Órganos, una de las formaciones volcánicas más espectaculares de la isla, aunque tan solo desde el mar es posible contemplar en toda su plenitud esta curiosa formación originada por la emisión de una gran masa de lava muy viscosa que se enfrió muy lentamente, retrayéndose y fracturándose por planos que han dado lugar a unas estructuras con forma de prisma poligonal, que quedaron al descubierto tras erosionarse los materiales que los cubrían por efecto del fuerte oleaje marino de esta parte de la isla.
Este paisaje fuertemente erosionado acompaña al caminante hasta un desvío a la derecha, debidamente señalizado, hacia los chorros de Epina en el paraje conocido locamente como Terreno de las Brujas, donde existe un depósito y una estación de captura de agua horizontal proveniente del rocío y de las habituales brumas y nieblas. Desde este punto contrasta el verdor de las lomas del monteverde que se observa en las partes más altas de las laderas, con estos erosionados terrenos, en los que se han construido pequeños diques y albarradas para intentar reducir los efectos de la erosión.
Tomando el desvío a la derecha, el viajero obtiene ahora bonitas vistas de la costa noroeste de la isla, con la vecina isla de La Palma al frente y el Teide aún a las espaldas.
Poco a poco el camino se adentra en un brezal (Erica arborea) cada vez más denso, con especies como granadillos (Hypericum canariense), magarzas y helechos, convirtiéndose en un estrecho sendero delimitado en algunos tramos por una barandilla de madera que protege al caminante de las fuertes pendientes de la ladera por la que atraviesa. A la derecha, encaramado sobre las empinadas laderas del barranco de San Juan, aparece el núcleo rural de Arguamul, tan solo accesible por senderos o con todoterreno, con una escarpada y preciosa costa llena de acantilados, roques y rompientes como los roques de la playa de Arguamul o el cerro de Bejira, que se adentra puntiagudo en las bravas aguas del Atlántico.
El camino continúa bajo un tupido fayal-brezal hasta alcanzar una zona habilitada con parrillas y mesas en el entorno de la explanada de la ermita de Santa Clara, donde el viajero puede reposar y disfrutar de las espectaculares vistas que ofrece el escarpado valle de Arguamul y las vecinas islas de La Palma y El Hierro, que en días claros se distinguen en el horizonte. Tras pasar junto a una cruz donde reza una leyenda dirigida al peregrino, el camino continúa bordeando por la derecha el monte basáltico de Teselinde y comienza a descender en dirección a Epina atravesando por una típica formación macaronésica de fayal-brezal característica de esta isla. Una vez sobrepasada la señal del punto kilométrico 48, la ruta prosigue bajo las laderas tapizadas de brezos de la montaña de La Caldera, mostrando a su derecha los barrancos de La Higuera y de Bejira.
Según se va descendiendo, el paisaje va cambiando gradualmente hasta desaparecer casi totalmente la vegetación arbolada y comenzar a predominar el matorral típico canario mezclado con ejemplares aislados de sabinas y palmeras canarias (Phoenix canariensis), que comienzan a aparecer en esta zona de transición entre el monteverde y la vegetación de costa, ocupando las cotas más bajas beneficiándose de una mayor humedad.
Tras pasar bajo la montaña de la Puntilla, el camino se desvía a la derecha por la pista de tierra que conduce a los núcleos rurales de Tazo y Arguamul, mostrando una de las mejores representaciones de palmares canarios de la isla, con más de doce mil ejemplares, y donde aún se puede apreciar la importancia que los aprovechamientos tradicionales de palma (siendo la extracción del guarapo o savia de la palma y la elaboración de la miel de palma las explotaciones más singulares) han tenido y siguen teniendo en este lugar.
Después de recorrer 110 metros por esta pista de tierra, el camino se desvía a la izquierda por un sendero que introduce de lleno al viajero en el palmeral del paraje conocido como cañada de Teheta. A unos 300 metros del desvío aparecen unas ruinas situadas bajo una gran palmera, que corresponden a un antiguo horno en el que se fabricaban las tejas que cubrían las tradicionales casas de piedra y barro de los caseríos cercanos. Alguna de estas casas aún se mantienen en pie y en buen estado en Cubaba, Tazo y en la parte más antigua de Epina, en la zona conocida como La Pila.
Tras pasar por la era de Teheta (antiguo lugar de reunión de los guanches), el camino abandona el palmeral y continúa descendiendo mostrando a la izquierda de la marcha vistas del Alto del Llanito, a la derecha la isla de La Palma y de frente el núcleo rural de Epina y sus laderas abancaladas bajo la montaña de la Zarza y el final del lomo de Carretón.
De nuevo, la vegetación en este tramo cambia caracterizándose ahora por brezos y sabinas, con alguna retama y palmeras aisladas. En las zonas en las que el camino cruza el cauce de algún pequeño barranco o cañada, aparece una vegetación típica de zonas más húmedas como zarzas (Rubus sp), helechos o pitas (Agave americana). A lo largo de esta siguiente parte del recorrido hasta Epina, el camino alterna tramos de ascenso (algunos se han acondicionado con escalones de madera para facilitar la subida) con otros de bajada, mostrando al viajero un bello paisaje de fondos de barrancos repletos de palmeras y de laderas salpicadas de brezos y sabinas.
En las cercanías de Epina, rodeado de palmeras, pitas y chumberas (Opuntia maxima), el sendero se estrecha y tras pasar la cañada de Epinillla, un último tramo escalonado conduce al viajero a las primeras casas de esta localidad, donde todavía existen antiguos bancales en uso donde se cultivan principalmente papas, millo (maíz) y algún viñedo. El camino rodea Epina por la izquierda y, tras superar un tramo de escalones y atravesar un camino vecinal, llega al cruce con la carretera CV-16.
A partir de aquí, el recorrido asciende por una zona de fayal-brezal bastante frondosa (que se encuentra dentro de los límites del Parque Nacional de Garajonay) con abundancia de helechos y, tras aproximadamente 100 metros, se desvía a la derecha hasta llegar a los famosos chorros de Epina, fuente tradicional en torno a la cual hay múltiples leyendas, paraje convertido hoy en una zona de descanso y recreo para lugareños y turistas.
La ruta continúa por unas escaleras que conducen a la explanada donde se encuentra la sencilla ermita de San Isidro Labrador, desde donde el viajero puede decidir continuar camino en dirección Alojera o regresar a Vallehermoso por la etapa 3.1.
Para continuar dirección Alojera, el viajero debe rodear la ermita por su lado izquierdo internándose por un estrecho sendero en una zona de fayal-brezal bastante espeso. Una vez sobrepasado el punto kilométrico 54, el paisaje que rodea al camino cambia apareciendo por la izquierda empinadas laderas recubiertas de brezo y por la derecha hileras de pinos (Pinus halepensis), detrás de las cuales es posible divisar la localidad de Epina.
Una vez que se supera una balsa de agua a la derecha de la marcha, el recorrido continúa por una estrecha senda que desciende por la denominada cañada de las Mozas con el pueblo de Alojera y la isla de La Palma en el horizonte. En general, se trata de zona de escasa vegetación debido al ancestral aprovechamiento de estas tierras para la agricultura y el pastoreo y donde los antiguos bancales, observables a la derecha de la marcha, están ahora invadidos de matorrales (senecios, tabaibas…), pitas y chumberas. A la izquierda del camino el viajero puede contemplar las faldas tapizadas de brezos de la ladera de los Llanos, bajo las escarpadas paredes del Monumento Natural del Lomo de Carretón.
A medida que se va descendiendo comienzan a aparecer las palmeras, árbol siempre presente en el paisaje de Alojera y sobre el que gira la vida de sus habitantes. Aquí aún se conserva intacta la cultura de la palma, siendo la elaboración de la miel de palma una de las actividades económicas más importantes de la zona. Si el caminante tiene suerte, en las horas de la tarde es posible observar el laboreo de los guaraperos (trabajadores de las palmas) subiendo y bajando de las palmeras.
Alcanzado ya el punto kilométrico 55 y tras cruzar la carretera CV-16, el camino desciende por un tramo escalonado entre chumberas, palmeras y pitas hasta cruzar de nuevo con la carretera. Unos metros más adelante el camino se convierte en un estrecho sendero que se abre paso entre el denso herbazal que va ganando terreno en esta zona. Un poco más allá, el viajero debe atravesar una pequeña finca privada, pudiendo contemplar los numerosos cultivos que ocupan los bancales de esta ladera, como millo o patatas, con una espectacular vista a la izquierda de la marcha del Monumento Natural del Lomo del Carretón, donde aparece un salto de agua sobre sus basálticas paredes.
Tras sobrepasar el arroyo del Mono se alcanza un nuevo cruce con la carretera CV-16, y en unos metros el viajero quedará fascinado por una sorprendente estampa del acarcavado Lomo del Balo, poblado de tabaibas y balos (Plocama pendula) sobre la pequeña población de Alojera.
Continuando el descenso, el camino permite contemplar como el ingenio del hombre ha conseguido retener las preciadas aguas que ofrece esta zona y aprovecharlas mediante balsas y sistemas de riego. Tras pasar junto a dos de estas balsas se alcanza la carretera por la que hay que transitar unos 20 metros para continuar descendiendo a la izquierda hacia Alojera. Alcanzada de nuevo la carretera CV-16, el camino discurre por ella durante algo más 1000 m en un tramo de descenso con bastante pendiente, sin arcén y con numerosas curvas, por lo que se recomienda extremar la precaución, hasta alcanzar el desvío de la carretera hacia la plaza de Alojera, donde el viajero encontrará un panel informativo que pone fin a esta etapa.
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La palmera canaria
La palmera canaria (Phoenix canariensis) o palma, como la llaman en La Gomera, tiene múltiples utilidades en la isla. La más conocida es el uso alimentario, ya sea en forma de guarapo o bien como miel de palma.
El guarapo es el jugo dulce extraído de la palmera canaria, con el que se elabora tanto la bebida dulce del mismo nombre como la miel de palma. Este jugo es una mezcla de savia bruta y elaborada de sabor característico, dulce y refrescante, muy energético por su alta concentración en minerales. Se obtiene tras un corte en los tejidos superiores del palmito, previa eliminación de las hojas jóvenes de la palmera, obteniéndose este zumo vegetal de alto valor nutricional.
La famosa miel de palma, que se elabora a partir de la cocción del guarapo, es un ingrediente característico de la cocina gomera ya que es utilizada tanto en prevención de enfermedades dentro de la medicina popular canaria, como en la elaboración de postres, cócteles o de acompañamiento en distintos platos.
Sin embargo, tradicionalmente también se han aprovechado otras partes de esta planta. Así sus raíces se utilizaban para confeccionar sogas y alpargatas; sus troncos secos y ahuecados se aprovechaban como colmena o abrevadero para el ganado; sus hojas (pencas) servían de alimento para el ganado o para elaborar sombreros o esteras; el nervio de la hoja (pirjuán) era aprovechado como combustible para tostar el gofio o cocinar; las fibras que envuelven del cogollo de la palmera (arropón) se utilizaban como cama para el ganado o para empaquetar los plátanos que se cultivaban en la isla; incluso sus frutos servían como alimento en épocas de escasez.