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Cultura
Ermita de la Ribera
Cuenta una antigua leyenda burgalesa que donde hoy se levanta la ermita de la Virgen de la Ribera existía una antigua cueva.
Un viejo pastor solía llevar hasta este paraje su rebaño y, cada día, se encontraba a un buey, al que escuchaba bramar desde la cueva. El hombre, intento llevarse de allí al buey en varias ocasiones arropado por sus propias reses, pero, en cuanto se despistaba, el animal volvía a la cueva.
Extrañado por la conducta del animal, el pastor decidió adentrarse en la cueva, buscando la razón por la que el buey prefería quedarse allí. Fue entonces cuando descubrió la imagen de la Virgen. Entusiasmado corrió al pueblo a contárselo a los vecinos y se decidió que la mejor opción era llevarla, en un carro tirado por el buey, hasta Pedrosa para que pudieran rendirle culto.
Este plan no pudo llegar a ejecutarse porque cuando el carro llegaba hasta el límite del pueblo de San Martín de Porres, el buey dejaba de avanzar, incapaz de tirar del carro. Cosa que no ocurría si cambiaba de dirección. Por este motivo los vecinos decidieron finalmente construir una ermita sobre la cueva donde había sido encontrada la imagen que es patrona de la Merindad.
Con el paso de los años la cueva quedó cegada y hoy podemos contemplar los restos de la ermita.
El templo, construido en piedra de sillería, consta de una única nave de forma rectangular rematada por un tejado a dos aguas. La fachada presenta una portada con arco de medio punto y tres vanos de grandes dimensiones. En el lateral hay una espadaña con dos campanas del siglo XVII y una pequeña torre de forma circular.
En el interior de esta ermita todavía se conservan varias imágenes entre las que destaca una talla policromada de la Virgen con el niño correspondiente a la segunda mitad del siglo XIII. Pertenece al grupo de vírgenes denominadas Vírgenes del Manto y tiene 58 centímetros de alto por 24 centímetros de ancho. Además, encontramos una escultura de San Juan Bautista, que en este caso pertenece al siglo XVII y tiene unas dimensiones de 87 centímetros de alto y 37 centímetros de ancho. Otro de los elementos que conserva la ermita es un cáliz de plata dorada procedente de Méjico y datado en el siglo XVIII.
Con motivo de las fiestas de San Martín de Porres, el 8 de septiembre, se celebra misa en esta ermita por la mañana, mientras que, por la tarde, los vecinos pueden disfrutar de juegos de bolos y baile junto a la iglesia del pueblo.