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Culture
Puente El castellar

El puente del Castellar se alza sobre el río Júcar, entre los términos municipales de La Parra de las Vegas y Fresneda de Altarejos, sirviendo el río de límite entre ambos pueblos. Se encuentra en un paraje de gran riqueza medioambiental y protegida bajo el ZEC Río Júcar sobre Alarcón, que comprende 38 km del cauce del río Júcar y su franja más próxima, con densos sotos de ribera y bosques de galería con choperas, álamos y sauces blancos.
Llamado erróneamente “Puente Romano”, el puente es de cronología bajo-medieval, construido entre 1420 y 1495, como data el análisis de carbono 14 practicado en su cal durante la restauración. Es posible, que fuera levantado por el Concejo de Cuenca para conectar la ciudad con la zona de Mancha, y en él se cobrarían puentazgos, un peaje por poder cruzar el puente, ya que era el único en varios kilómetros habilitado para cruzar el río. En la actualidad, con el nuevo trazado de la carretera nacional, ha quedado un poco oculto y ya solo se utiliza como hito de rutas de senderismo, camino vecinal y vía pecuaria.
La estructura está formada por dos arcos de medio punto, uno de mayor tamaño, con un diámetro de 19,10 m, sobre el río Júcar, y otro menor, con un diámetro de 8,30 m, para nivelar el paso al terreno inmediato, y que generan una plataforma alomada con sus rampas de acceso en pendiente contrapuestas. Tiene cuatro contrafuertes o estribos dispuestos a ambos lados como refuerzo del arco principal debido a su gran envergadura.
Se trata de una construcción con fábrica en mampostería, dejando el uso de la sillería para la rosca de los arcos, el basamento y las esquinas de los estribos. Los estribos están apoyados directamente en tres peñas grandes, cuyo entorno rocoso además sirvió de cantera para la construcción del puente. Es llamativa la simulación de un zócalo de sillares escalonados tallados en la roca madre sobre la que apoya el estribo de la margen izquierda. La construcción de los arcos se sustentó con cimbras de madera que se apoyaban en mechinales, que son los huecos para introducir las vigas. Se localizan hasta 3 líneas de mechinales en la roca de cimentación de la margen derecha, además de otra línea en los sillares ya construidos para los tirantes horizontales.
El paso, que tiene un ancho de 2,8 m, dispone de dos apartaderos sobre los estribos que servían para que los carruajes que no podían pagar el puentazgo pudieran girar y dar la vuelta. El puente conserva su empedrado original con su sistema de desagüe que, aunque ha sido cubierto para su mejor preservación, aún puede verse una muestra en los apartaderos.
Antiguamente existía un molino de siete piedras para moler y dos balsas de batán junto al puente. Ambas construcciones pertenecían al Cabildo de Cuenca, quien era el encargado de arrendarlas.
Tras una reciente restauración promovida por la Diputación Provincial de Cuenca, vuelve a lucir en todo su esplendor.