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Cultura
Convento de San Miguel
El Convento de San Miguel es un complejo de 4.000 m2 fundado en 1549 por una comunidad de monjas clarisas cuyo origen era el monasterio de Nuestra Señora de Rivas de Nofuentes. El benefactor económico de la congregación fue Don Juan Ochoa de Salazar, ya que donó a título póstumo sus bienes para la ejecución del proyecto.
La construcción del convento comenzó en 1592, siendo los trabajos dirigidos por el arquitecto Diego González, y finalizó oficialmente en 1651. En la construcción de este complejo monástico se empleó piedra arenisca en mampostería y sillería, elementos característicos de otras construcciones de la comarca.
El convento está compuesto por la casa del párroco, las dependencias conventuales, que se desarrollan en torno a un patio interior, y el templo dedicado a San Miguel Arcángel, al cual se puede acceder desde dicho patio. Desde el exterior se accede por la iglesia de San Miguel a través de una portada clásica que presenta una hornacina en la que se encuentra una talla del arcángel San Miguel, junto a los escudos eclesiásticos del obispo y fundador Don Juan Ochoa.
El templo apenas ha sufrido restauraciones desde su finalización en el siglo XVII, está compuesto por una sola nave y presenta en su cabecera un retablo de estilo barroco en el que encontramos a San Miguel en la zona central acompañado a ambos lados por San Juan Bautista y San José. Además, en la parte superior del retablo se aprecia una talla de la Asunción de María que corona la obra.
Durante cinco siglos las religiosas de San Martín de Don han colaborado con las actividades económicas del valle realizando tareas como el servicio de lavandería que prestaban a trabajadores de la central nuclear hasta su cierre en 2017 o la realización de platos tradicionales como flanes al baño maría, pencas de acelgas rellenas o conejo conventual. Sin embargo, en 2019 las pocas religiosas que quedaban en el convento dejaron el complejo para unirse a la comunidad de clarisas de Medina de Pomar.