Red de Caminos
Naturales
Etapa 41: Hinojosa de Duero - La Fregeneda
Descripción
Entre muros y dehesas
En esta etapa los casitos de piedra de los cabreros, la presencia de mulas o de vacas sesteando nos recuerda la fuerte tradición ganadera de la comarca. Aunque de escasa longitud, no está exenta de gran belleza y quietud, y posee tramos algo complicados debido a que discurre durante gran parte de su recorrido por pequeñas y zigzagueantes sendas encajonadas entre muros de piedra, a la sombra que ofrecen las dehesas de encinas, fresnos o alcornoques.
A las afueras de Hinojosa de La Sierra, en su parte suroeste, se encuentra el panel que identifica el inicio de esta etapa. La señalización indica la dirección a tomar, que entre muros de piedra se dirige hacia unas construcciones. Si se mira atrás, se podrá ver sobre el cerro de San Pedro, en Hinojosa de la Sierra, la ermita románica del Cristo de la Misericordia.
Inicialmente el camino es de gran anchura, pero un poco más adelante, al llegar a una bifurcación, toma un pequeño sendero, el camino de La Cabrita. Encajonado entre muros de piedra de granito discurre por parajes de gran belleza y quietud, donde sólo es posible acceder caminando o en bicicleta, con algo de esfuerzo. Dehesas de encina (Quercus ilex), junto con enebros (Juniperusoxycedrus) y escobas (Cytisus sp.) que aprovechan la disminución del pastoreo, y continuos afloramientos rocosos configuran el paisaje.
Predomina la bajada, aunque de vez en cuando aparecen tramos de ascenso, que requieren energía al caminante. Más adelante llega hasta a la confluencia con un camino de mayor entidad, desembocando en una zona de pasto, donde está la fuente de La Cabrita y un abrevadero.
El camino se vuelve a estrechar y continúa entre paredes de piedra, siendo también posible observar la existencia de casitos de piedra, que servían de refugio a los pastores de cabras. La gran cantidad de encinas hacen agradable el camino gracias a las sombras que proyectan, especialmente en el pequeño repecho que se afronta tras pasar la fuente.
A continuación, un suave descenso permite llegar hasta la Ribera de La Froya, donde la humedad del arroyo y del fondo de la vaguada favorece que haya pastos siempre verdes y que aparezcan los fresnos (Fraxinus angustifolia). El itinerario alcanza un viaducto metálico de la vía de ferrocarril abandonada Boadilla-La Fregeneda- Barca de Alba, que ya se atravesó en la etapa anterior, debajo del cual se pasa. Esto da una estupenda referencia del tramo de bajada realizada, puesto que las líneas férreas tienen pendientes muy pequeñas.
El trayecto cruza el arroyo de La Ribera de Froya por una pasarela de madera donde se cambia de margen. El camino discurre ahora por un estrecho sendero, flanqueado por un vallado de alambre y un pronunciado talud que aconseja tener especial precaución, especialmente a los ciclistas.
El sendero comienza a ascender y permite observar la zona que ya se ha dejado atrás, cubierta de encinas y fresnos, y el viaducto, permitiendo disfrutar del paisaje de estas penillanuras. Más adelante el camino se vuelve más ancho, que continúa en adelante sin tomar otros que salgan a los lados.
A partir del kilómetro cinco la ruta comienza a descender hacia el pueblo de La Fregeneda, entre encinas, alcornoques (Quercus suber), almendros y olivos, dando vista al frente a las verticales paredes de las fallas existentes ya en Portugal, dominadas por el mirador de Penedo Durao. La presencia de alguna mula en fincas colindantes al camino son vestigios que dan idea de cómo eran las actividades agrarias en otros tiempos, cuando todavía no existía maquinaria que facilitase los trabajos.
Antes de entrar en La Fregeneda se pasa por una bonita pradera donde hay una fuente cubierta y un lavadero restaurados.
El sendero no llega a internarse en el casco urbano del pueblo, rodeándolo por el norte hasta llegar a la magnífica fuente romana de La Fregeneda, cubierta por una bóveda y con varias pilas de piedra adosadas, donde termina la etapa.
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Fauna de los pastizales
Los pastizales son zonas que mantienen la humedad durante todo el año, convirtiéndose en hábitat propicio para el desarrollo de muchas especies. En estas zonas aparecen reptiles como la víbora hocicuda (Vipera latasti), la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus), la culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis), la lagartija colilarga (Psammodromus algirus) o el eslizón tridáctilo (Chalcides striatus).
Como es lógico, también los anfibios disfrutan de estas zonas húmedas, el sapo corredor (Bufo calamita) o el sapo de espuelas (Pelobates cultripes) eligen estos lugares para vivir.
Entre los mamíferos, principalmente herbívoros, se encuentran el topillo común (Microtus duodecimcostatus), el lirón careto (Eliomys quercinus), la liebre común (Lepus granatensis), el conejo común (Oryctolagus cuniculus) o el ratón de campo (Apodemus sylvaticus).
Asimismo, los pastizales son frecuentados por animales más propios de bosques y roquedos, que utilizan estas zonas abiertas como lugar inmejorable donde poder alimentarse. Este es el caso de especies como el águila real (Aquila chrysaetos) o el águila perdicera (Hieraaetus fasciatus), el halcón peregrino (Falco peregrinus) o el búho real (Bubo bubo).