Red de Caminos
Naturales
Etapa 37: Aldeadávila de la Ribera - Mieza
Descripción
En las entrañas de los Arribes
Un estrecho y serpenteante sendero permite descender desde la penillanura hasta el fondo de los Arribes, en una bajada con increíbles vistas sobre el río y envuelta en un bosque mediterráneo de gran biodiversidad. Le sucederá un duro ascenso, recompensado por la enorme cantidad de pequeños e improvisados miradores en cada una de las curvas de sendero.
El recorrido se inicia en Aldeadávila de la Ribera, y abandona la localidad por un camino agrícola entre muros de piedra y rebollos (Quercus pyrenaica). Se debe estar atento inicialmente a la señalización, puesto que se suceden los cruces y bifurcaciones. Si se presta atención se puede observar a la izquierda el estanque de Naverrabea.
Unos metros antes de llegar a la carretera, que da acceso a la subestación eléctrica del embalse de Aldeadávila y al mirador del Fraile (con espectaculares vistas sobre la infraestructura energética y sobre los impresionantes cortados de roca granítica sobre el río Duero), la ruta gira a la izquierda para tomar el camino del Rao de los Pajeros, que sale al otro lado de la carretera.
Una vez cruzada la carretera aparece una pista de buen firme que discurre por un terreno abierto, poblado por escobas (Cytisus scoparius) y pastizales, siempre bien delimitados por paredes de piedra, siendo muy frecuentes también los afloramientos rocosos en forma de grandes losas de granito.
El camino llega hasta un observatorio de aves con un lavadero anexo, conocido como Fuente del Mendo. En este paraje es indispensable alzar la vista para contemplar el planear de los majestuosos buitres leonados (Gyps fulvus) que, con toda su envergadura, se alejan y se pierden en la inmensidad del paisaje.
Un poco más adelante, al cruzar por un olivar, la pista acaba y un sendero inicia un pronunciado y serpenteante descenso hacia el fondo de los Arribes con tramos donde el piso es muy rocoso.
La bajada se realiza por una ladera de orientación oeste, por lo que la vegetación crece bajo un microclima más suave que en la penillanura, surgiendo todo tipo de especies mediterráneas tales como olivos en bancales, encinas (Quercus ilex), retamas negras o escobas, cornicabras (Pistacia terebinthus), madroños (Arbutus unedo), etc.
Aparece también en estos parajes el almez (Celtis australis), un arbolillo que se cría en las laderas rocosas, en los barrancos, ribazos y en las laderas secas y soleadas cercanas a cursos de agua.
El sendero se abre en algunos momentos, dejando ver los escarpados valles del arroyo del Ropinal (por donde desciende la carretera que lleva al poblado de Aldeadávila) y del río Duero, en el que desemboca. La senda llega finalmente hasta la carretera asfaltada, coincidiendo con el punto kilométrico 8, donde está situado el citado poblado del Salto de Aldeadávila.
El itinerario atraviesa el poblado descendiendo por su calle principal, hasta llegar a su flanco sur, donde baja por unas escaleras que conducen, un poco más adelante, hasta un bonito puente de madera sobre el arroyo del Ropinal.
Desde este punto restan unos 3,5 kilómetros hasta llegar a la penillanura donde se encuentra Mieza. La mayor parte de los kilómetros son de subida por un estrecho sendero con el que se asciende desde los 250 metros hasta los 650 m de altura sobre el nivel del mar. La subida es exigente, pero el paisaje que la rodea y las vistas compensan el esfuerzo.
La vegetación, en orientación norte y oeste, crece abundantemente aprovechando la mayor termicidad y humedad que le ofrece el angosto cañón en el se encajona el río Duero, sorprendiendo su enorme variedad, que no se encuentra en otros lugares del recorrido del Camino Natural del Duero en los Arribes. Encina, quejigo (Quercus faginea), madroños, cornicabras, arces de Montpellier (Acer monspessulanum), almeces, sauces (Salix sp.), escobas, jaras blancas (Cistus albidus), esparragueras (Asparagus acutifolius), hiedras (Hedera helix), etc., saludan la orilla de enfrente, la portuguesa, con sus olivos y frutales abancalados en perfecto orden. Todo ello sobre un tranquilo e inmenso Duero presidido por las espectaculares paredes verticales de roca de Canada do Cozo, en el lado portugués.
Durante la subida se pueden aprovechar las recurvas despejadas como miradores improvisados para observar el entorno, hacer alguna fotografía, descansar y tomar fuerzas.
El último tramo sube por el barranco creado por el arroyo de Santa Marina, el cual es necesario cruzar. Una vez que deja atrás el último mirador sobre el río Duero y el valle, el camino pierde pendiente y gana en anchura, apareciendo fincas privadas cercadas con muros de piedra, dedicadas al cultivo de la vid o con árboles frutales y encinas.
La ruta se une más adelante con una pista, donde hay un desvío a la derecha que va hasta el espectacular mirador de La Code, y el camino continúa a la izquierda y llega en menos de 1 kilómetro a Mieza, donde termina la etapa.
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La Presa de Aldeádavila
Está considerada una de las presas más emblemáticas de la ingeniería tanto a nivel nacional como mundial. Fue construida entre los años 1958 y 1962, en el comienzo de la apertura de España al exterior durante el régimen franquista.
La presa y central de Aldeadávila es de las que mayor energía eléctrica producen en Europa, siendo la unión de todas las tecnologías, experiencias y lecciones de ingeniería hidráulica aprendidas hasta el inicio de los trabajos, en la década de los años 50.
Fue construida en un momento especialmente oportuno por la necesidad de energía en el país y la renovación de la técnica constructora. En esta época España entró en una dinámica de desarrollo económico, empezando a construirse grandes centrales térmicas que habrían de abastecer la demanda básica del mercado, mientras que la energía hidroeléctrica iría destinada a cubrir sólo las puntas de demanda. Esta producción coordinada requeriría centrales de gran potencia instalada y menos horas de funcionamiento. Con esta visión se acometió la construcción de Aldeadávila.
El empleo de medios y técnicas nuevas de construcción permitió llevar la obra a un ritmo espectacular, solo interrumpido por las crecidas del Duero.
En un paraje de menor pendiente cercano a la obra, se construyó el poblado del Salto de Aldeadávila, destinado al personal de operación y mantenimiento de la central. La hospedería y la capilla fueron construidas aprovechando las ruinas del convento franciscano de La Verde, donde se cuenta que estuvo San Francisco de Asís durante su histórica peregrinación a Santiago de Compostela.