Red de Caminos
Naturales
Etapa 28: Fariza - Mámoles
Descripción
El antiguo camino de los arrieros
Un paseo corto pero en buena compañía. Los fresnos regalan sombra y el canto de los carboneros y herrerillos alegran al caminante en esta etapa.
El inicio de la etapa se encuentra junto a la iglesia parroquial de San Julián, en la localidad de Fariza. La iglesia fue construida en el siglo XIII, habiéndose practicado innumerables reformas a lo largo de los años. El único resto románico que conserva es una portada semi-tapiada en su cara sur y aún hoy se puede ver una estela romana en esta misma parte.
El recorrido desciende por el conocido como “camino de los arrieros” y abandona el núcleo urbano de Fariza por una pista de firme ancho bordeado por cerramientos de piedra. En ellos es muy probable ver burros, caballos y vacas al pasar.
En un tramo corto cubierto de roca el camino asciende lo suficiente como para poder divisar la localidad de Fariza, inicio del recorrido. En este trecho son importantes las fresnedas que se encuentran poblando las áreas más frescas y sombrías, dejando pasto para el ganado entre ellas.
El trazado prosigue algunos metros hasta que gira bruscamente a la izquierda, tomando otra pista que se introduce en un paisaje diferente. A partir de aquí se dejan atrás los terrenos cercados y el itinerario se adentra en terrenos silvestres en los que aparecen encinas (Quercus ilex) y se puede observar una buena representación de torvisco o matapollos (Daphne gnidium).
El recorrido desciende ligeramente unos metros más adelante, al mismo tiempo que surgen afloramientos rocosos de granito y se espesa la masa vegetal. En primer lugar se aprecian encinas de buen desarrollo con un tapiz de aromáticas. Un poco más tarde las encinas se achaparran y se entremezclan con enebros (Juniperus oxycedrus) y matorral bajo.
El camino llega al arroyo del Prado y tras cruzarlo alcanza el desvío al asomadero de Casito de la Boiza. El recorrido continúa y asciende por el paraje de El Cotorrón entre una amplia masa de matorral, sobre todo escobas o aulagas (Genista scorpius) como la llaman en la zona, encinas y enebros arbustivos.
En esta zona el águila calzada (Hieraaetus pennatus) sobrevuela durante el día las laderas con la esperanza de avistar y cazar conejos (Oryctolagus cuniculus), o con mayor frecuencia, algún lagarto ocelado (Lacerta lepida). Cuando el sol se esconde y la oscuridad se hace dueña del entorno, las ginetas (Genetta genetta) buscan aves dormidas o acechan a los conejos en la proximidad de sus madrigueras. En esas horas también deambulan por el bosque los esquivos lirones caretos (Eliomys quercinus) y los ratones de campo (Apodemus sylvaticus), que se afanan por encontrar frutos y bellotas con los que alimentarse.
El potro de herrar, construido en granito, y la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, elemento destacado del patrimonio local del pueblo con estructuras de estilo románico, reciben al caminante y representan el punto y final de esta etapa del Camino Natural Senda del Duero.
Perfil
Destacados
Información adicional
El asno zamorano-leonés
El burro zamorano leonés es una raza asnal autóctona de España, muy resistente a los cambios del clima y de carácter muy dócil y buen temperamento. Se caracteriza por el largo y abundante pelaje utilizado durante años para la elaboración de mantas.
Pertenece al tronco europeo de razas de asno, se parece mucho a otras razas como el Poitú Francés y está emparentado con el burro catalán y el de las Encartaciones, del País Vasco.
Originariamente, el asno zamorano se encontraba distribuido por toda la Cordillera Cantábrica, Castilla la Mancha y Castilla y León, aunque hoy día apenas quedan ejemplares.
El problema principal que sufre esta especie reside en la baja tasa de reproducción, ya que de las 1.100 parejas reproductoras apenas la cuarta parte se dedica a la cría.
El matapollos
El torvisco o matapollos es un arbusto con propiedades sorprendentes. Ha sido usado durante siglos como amuleto y repelente de malos espíritus. En algunas zonas de Zamora se acostumbra a atarle una correa de torvisco a la cola de los corderos como remedio para frenar la descomposición estomacal. También es conocido su valor como insecticida en el gallinero, manteniendo a las gallinas a salvo del piojillo.
Asimismo, esta especie ha sido empleada, desde tiempos inmemoriales, como medio de pesca en lagunas y arroyos: su resina tóxica ataca al oxígeno del agua, por lo que echando ramas de esta planta se envenenaba a los peces que, después de dos o tres horas, sólo había que recoger flotando en la superficie. Esta forma de pesca se llama entorviscar y, obviamente, está prohibida.