Red de Caminos
Naturales
Etapa 23: Villardiegua de la Ribera - Torregamones
Descripción
De camino al Castro de Peña Redonda y la ermita de San Amede
Esta etapa parte de la localidad de Villardiegua de la Ribera y llega a Torregamones tras algo más de 12 kilómetros de recorrido. Este tramo de la senda es el primero en el que se puede divisar los acantilados de roca granítica, propios de los Arribes del Duero, y por los que este espacio natural protegido es más conocido.
La senda abandona Villardiegua de la Ribera por una amplia pista de zahorra natural, llamada el camino del Picón, que se introduce en el paraje de la Escornea, donde las fincas particulares con cerramientos de piedra y las encinas (Quercus ilex) de buen porte dominan en paisaje.
El arroyo del Pontón acompaña al sendero en este tramo, y a sus orillas se asientan, en este tramo, antiguos molinos de agua, hoy en desuso. Durante los meses de verano el arroyo permanece seco, pero en época de lluvias el agua corre por el fondo de la vaguada, creando verdes pastos en sus orillas.
Junto al camino se han creado pequeñas pozas para acumular agua y que el ganado pueda beber durante todo el año. En sus orillas, eneas o espadañas (Typha latifolia) aprovechan la existencia casi permanente de agua para asentarse. Las pequeñas charcas acogen renacuajos y larvas de tritones jaspeados (Triturus marmoratus), que son el alimento favorito de animales como el ditisco (Dytiscus marginalis) o escarabajo buceador, un insecto carnívoro muy voraz. En la superficie del agua, zapateros y garapitos se alimentan de moscas y mosquitos y, fuera de la charca, libélulas y caballitos del diablo buscan un lugar donde posarse y colocar sus huevos.
La etapa discurre por una pequeña vereda que avanza junto al lecho del arroyo, a lo largo del que se pueden ver dos puentes tradicionales de piedra que se construyeron para poder cruzar el río. Tras atravesar una cancela metálica y dejar a un lado un viejo molino, el sendero llega al conjunto minero de Valle o Rivera del Pontón, donde se pueden observar las cazoletas, unos agujeros en las rocas donde los romanos trituraban y lavaban la roca para buscar oro.
A partir de este punto, dejando el arroyo, una pista más ancha y cuidada lleva, en un sube y baja, hasta el punto de mayor interés de la etapa, los restos del Castro de Peña Redonda, que según algunos autores fue un poblado vetón, posteriormente romanizado.
El nombre de este castro, conocido también como San Amede o San Mamed, deriva de una ermita construida hacia finales de la Edad Media y que se mantuvo en pie hasta el siglo XIX, erigida en honor a San Mamés, santo cuya devoción trajeron peregrinos del camino de Santiago. En su construcción se utilizaron materiales procedentes del castro, de los que se han recuperado entre otros algunos de la Segunda Edad del Hierro.
Desde la parte alta del castro el camino inicia un descenso bastante pronunciado hasta llegar a una vaguada, donde se encuentra un bonito puente de piedra y los restos de un molino. Desde la parte baja del valle el sendero empieza una subida progresiva hasta llegar a una cancela metálica, en este momento el camino se ensancha y empieza el último tramo antes de llegar a Torregamones.
Durante la subida aparecen diversos desvíos que se van dejando a los lados. Uno de ellos, convenientemente señalizado, lleva hasta los chiviteros de Torregamones, construcciones de piedra con techo de ramas donde se guardaba el ganado y más concretamente, cabras y chivos.
Antes de llegar a la localidad de Torregamones el sendero pasa junto al arroyo del Mimbrero y al restaurado molino de Matarranas, que como otros muchos usos tradicionales de los pueblos, el valor cultural ha ganado terreno sobre el económico, donde los molinos forman parte del pasado histórico, cultural y social, muy arraigado en este rincón de la comarca.
En apenas 1 kilómetro, atravesando el paraje de Cualesfondas y por el camino de las Azuzeras, la senda alcanza la localidad de Torregamones, donde concluye esta etapa.
Perfil
Destacados
Información adicional
El conjunto minero del Potón
El oro era un bien estratégico entre los siglos I y III, donde todas las minas de cierta importancia eran propiedad del estado. En el norte de la Península Ibérica existen numerosos ejemplos de minas de oro, entre las que están las de esta zona de Zamora.
La minería que se desarrolló en la zona de Villardiegua de la Ribera proviene de un yacimiento primario, es decir, el oro se encuentra entremezclado con otro tipo de roca, en este caso, con un dique de cuarzo.
Para su extracción, se trituraba y machacaba la roca utilizando grandes mazos. Se construyeron unas artesas sobre unos bloques de granito que hacían las veces de mortero, las cazoletas. Posteriormente la arena fina obtenida tras la molienda se lavaba aprovechando los arroyos cercanos, mediante una batea se separaba el oro del polvo de cuarzo.
Fuerte Nuevo de Torregamones
Con vistas hacia Miranda de Duero se refiere la existencia de un reducto militar con capacidad para 30 hombres, vestigio del conflicto con Portugal de la primera mitad del siglo XVII. Su construcción debió de llevarse a cabo a mediados del siglo XVII con motivo de los ataques de las tropas portuguesas a la frontera zamorana, lo que llevo a Felipe IV a levantar toda una serie de fortificaciones que recorrían la frontera por las provincias de Salamanca y Zamora.
El Fuerte Nuevo de Torregamones se considera un fuerte de campaña. Sería una obra de carácter perenne y no temporal. Su construcción se localiza en un destacado cerro, cuya cota máxima se sitúa a 690 m. Se encuentra dispuesto en un potente afloramiento granítico, con tres parapetos o cortinas. Los muros construidos en mampostería de granito en seco, ocupan una superficie próxima a los 350 metros cuadrados. No requirió de foso. Su técnica constructiva es simple: dos lienzos en seco paralelos entre sí, rellenos de piedras y tierra, acotando un espacio triangular.