Red de Caminos
Naturales
Etapa 18: Toro - Zamora
Descripción
Las "tablas" del Duero
El Camino Natural llega a Zamora, región en la cual el río llega a zonas más llanas donde tiende a formar remansos denominados “tablas”; crece la anchura del río y la corriente se vuelve lenta. La vegetación de las orillas se hace espesa y diversa, lo que permite disfrutar de un agradable paseo y una buena sombra.
La etapa comienza junto a la carretera CL-519 en las afueras de la localidad de Toro. El sendero toma dirección norte hasta encontrarse con la carretera CL-602. Supera la calzada y continúa entre una gran extensión dominada por maizales, con una intensa presencia de pequeñas construcciones a modo de cobertizos.
El río siempre permanece cerca del trazado, aunque oculto entre el denso bosque de ribera, por lo que será raro ver sus aguas. El Camino avanza junto al canal de San José por un amplia pista forestal que deja a los lados fincas de cultivo y pequeñas huertas.
Continúa la ruta acompañada por el pausado río Duero, que en esta zona parece detenerse, albergando en este tramo muchos más peces que en el tramo alto, destacando entre otros la boga (Chondrostoma duriense), el barbo (Barbus bocagei) o la bermejuela (Chondrostoma arcasii) y cangrejos americanos (Procambarus clarkii) que se alimentan de pequeños invertebrados y plantas sumergidas. Esto, unido a la exuberante y diversa vegetación, crea un hábitat con una amplia variedad de fauna, en la que se pueden encontrar entre otras nutrias (Lutra lutra), garzas (Ardea cinerea), martines pescadores (Alcedo atthis), zampullines chicos (Tachybaptus ruficollis), culebras de agua (Natrix natrix), rata de agua (Arvicola sapidus), carriceros (Acrocephalus scirpaceus), chorlitejos chicos (Charadrius dubius), oropéndolas (Oriolus oriolus), mosquiteros (Phylloscopus collybita), gavilanes (Accipiter nisus) y cernícalos (Falco tinnunculus).
El sendero pasa por debajo de la línea de AVE y continúa hasta que se topa con una señal direccional que indica que el trazado gira a la izquierda para tomar el camino de San Miguel y dirigirse hacia la localidad de Peleagonzalo, en cuyos campos se libró, allá por el año 1476, la batalla que acabó con la guerra civil castellana entre Isabel la Católica, la cual salió vencedora, y Juana la Beltraneja.
Tras atravesar el pueblo por su extremo este, el sendero asciende, entre encinas y jaras, por un pequeño valle que deja a mano derecha las bodegas de Peleagonzalo.
Al llegar a un cruce señalizado, el camino toma la pista de la derecha hasta las cercanías de una torreta de vigilancia de incendios, desde donde se tienen unas buenas vistas de toda la comarca.
Después de unos cientos de metros transitando por el interior de un joven monte de pinos piñoneros (Pinus pinea) el sendero desciende hasta una zona de cultivos de cereal.
La ruta discurre por la parte baja de un valle, dejando a mano derecha unos cortados rocosos y unas pequeñas elevaciones en las que se situa un campo de generadores eólicos.
El Camino Natural cruza el valle y asciende hasta una loma, desde donde comenzará el ligero descenso a la localidad de Madridanos. El sendero atraviesa la localidad por su extremo norte, a partir de este punto el paisaje cambia y comienzan a predominar los cultivos de regadío.
Las pistas guían al senderista hasta Villaralbo. El itinerario atraviesa la localidad de este a oeste por las calles General Mola y del Ochavo. Al abandonar el pueblo el sendero gira a la izquierda y continúa paralelo al canal de San José, que discurre en dirección oeste y que continúa hasta toparse con una zona salpicada por pequeñas industrias, casas y granjas.
El camino pasa bajo la carretera A-66, la Ruta de la Plata, otro gran itinerario histórico peninsular; gira a la derecha y posteriormente a la izquierda para pasar bajo la A-11 (circunvalación de Zamora). Desde este momento el paisaje es netamente urbano.
El sendero avanza paralelo al río y pasa por debajo de unas abandonadas vías de ferrocarril, dejando a mano derecha el Puente de Hierro, la entrada sur de la ciudad de Zamora. En esta zona el río tiene pequeñas represas o azudes que amansan la corriente y antiguamente permitían guiar el agua hasta las “Aceñas” que hay a ambos lados del cauce, las de Olivares al pie del Castillo o las de Cabañales y Pinilla junto a los Puentes de Piedra y de Hierro.
La etapa finaliza a un parque lineal, donde el caminante puede refrescarse en alguna de las fuentes y disfrutar de un agradable paseo por la ciudad.
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La alegría de la huerta
Entre muros de piedra y adobe, en los lugares húmedos y frescos aparecen las huertas. Pequeñas, o no tan pequeñas, parcelas donde crecen, en perfecta formación, puerros, cebollas, berzas, habas, lechugas, patatas, calabazas, calabacines y así un largo etcétera.
A lo largo de los siglos las huertas han perdido importancia, ya que han pasado de representar una parte fundamental de la economía familiar, a convertirse en poco más que un lugar de recreo para los que aún las cultivan. Los árboles frutales son un complemento a las hileras de las huertas.
Fauna cerealista
En los campos de trigo y cebada parece que no pueden vivir nada más que las plantas cultivadas, pero nada más lejos de la realidad. Durante la preparación de los terrenos para la siembra y el removido que hacen los discos y las vertederas de los arados, quedan al descubierto cientos de pequeños invertebrados que hacen las delicias de avefrías (Vanellus vanellus), lavanderas blancas (Motacilla alba), estorninos pintos (Sturnus vulgaris), grajillas (Corvus monedula) y cigüeñas (Ciconia ciconia).
Después de preparar y abonar la tierra, palomas y perdices se ven atraídas por las bolitas de abono mineral, que se comen pensando que se trata de semillas.
Al retirar las piedras de las fincas se crean montoneras denominadas “majanos”, que permiten a conejos (Oryctolagus cuniculus), zorros (Vulpes vulpes), comadrejas (Mustela nivalis) y mochuelos (Athene noctua), tener un lugar donde instalar su hogar.
Además de los cultivos, diversas especies medran en los linderos y ribazos, produciendo semillas y favoreciendo la existencia de insectos. Estos recursos son aprovechados por collalbas grises (Oenanthe oenanthe), bisbitas (Anthus pratensis), alondras (Alauda arvensis) y pequeños roedores, que a su vez atraen a depredadores de mayor tamaño como aguiluchos pálidos (Circus cyaneus) y alcotanes (Falco subbuteo).