Red de Caminos
Naturales
Etapa 2: Riglos – Loarre
Descripción
Entre buitres y castillos
La segunda etapa de este Camino Natural de la Hoya de Huesca discurre entre los núcleos rurales de Riglos y Loarre (pertenecientes, respectivamente, a los municipios de Las Peñas de Riglos y Loarre), coincidiendo parte del trazado con el GR 1. Durante el trayecto se pueden observar las mejores panorámicas de los mallos de Riglos, del valle del Gállego y de la Hoya de Huesca, así como conocer dos de los castillos medievales más importantes de Aragón, el de Marcuello actualmente en ruinas, y en las cercanías del Camino, el de Loarre, considerado uno de los mejor conservados de Europa.
Esta etapa del Camino Natural parte de la localidad de Riglos, tomando una empinada calle junto al antiguo lavadero, hoy rehabilitado, que conduce hasta la plaza y la parte alta del pueblo. Aquí el Camino gira a la derecha y avanza por una estrecha calle hasta encontrar un panel informativo sobre los mallos, en la salida del pueblo.
Desde aquí sobrecoge la verticalidad de estas rojizas paredes de conglomerado, de más de 300 m de altura, que se elevan sobre el pequeño pueblo construido sobre la pendiente ladera. Destaca la figura de la ermita de Nuestra Señora del Mallo, a los pies de estas formaciones tan características de la Hoya de Huesca, cuyos tonos rojizos debidos a los materiales ferruginosos, se acentúan aún más al amanecer. El Camino abandona Riglos por una pista de tierra y pocos metros más adelante se desvía a la izquierda por una senda señalada con los distintivos de GR 1, que asciende entre campos de cultivos y olivares (Olea europea). Algo más adelante parte, hacia la izquierda, el desvío del sendero circular de los mallos.
El Camino Natural continúa junto a una pequeña balsa de agua, hasta alcanzar el desvío que conduce al Centro de Interpretación de Aves Arcaz, dedicado a la difusión y conocimiento de las aves del entorno del Reino de los Mallos, que además de contar con un mirador acristalado para observar aves, se encarga de organizar diferentes actividades de estudio de aves para adultos y niños, pudiendo contemplar de cerca una de las mayores colonias de buitres de Europa.
La ruta continúa de frente por la pista a los pies de los mallos pequeños (Colorado, Cored, Aguja Roja,…), en dirección al fondo del valle, con el paredón de los Buitres o mallo Arcaz a la izquierda y el macizo de Os Fils a la derecha. Se trata de una formación geológica muy estratificada con capas horizontales a modo de hojas o láminas apiladas, formada por erosión diferencial de capas duras y blandas de areniscas.
El denso dosel de coscoja (Quercus coccifera), boj (Buxus sempervirens), romero (Rosmarinus officinalis), y enebro (Juniperus communis) que hoy tapizan estas laderas son el resultado de la lenta pero progresiva regeneración natural tras el paso del devastador incendio que en agosto de 2001 afectó a más de 4.300 ha, obligando incluso a la evacuación de los vecinos de Riglos. Una vez más la naturaleza muestra su poder de recuperación, ofreciendo hoy una imagen de gran belleza.
Echando la vista hacia arriba, seguramente se podrá contemplar a gran cantidad de buitres (Gyps fulvus) y otras aves, no en vano este tramo de la ruta está situado dentro de la Zona de Especial Protección para Aves (ZEPA) Sierra de Santo Domingo y Caballera y río Onsella y de la Zona Especial de Conservación (ZEC) Sierra de Santo Domingo y Caballera.
El Camino avanza siguiendo la pista que discurre por la ladera del barranco de la Mota tomando algunas curvas y dejando a la derecha el desvío del sendero que conduce a la vía ferrata de Cubilillo, que asciende hasta el mirador de Los Buitres por clavijas. Se pasa a los pies del paredón de los Buitres, donde nidifica una de las mayores colonias de Europa de esta ave carroñera.
El Camino sigue y se estrecha convirtiéndose en senda al final del valle, en la zona conocida como barranco de los Clérigos, donde coscojas, carrascas (Quercus ilex), boj, genistas (Genista scorpius) y enebros se combinan con los pinos silvestres (Pinus sylvestris), ofreciendo un colorido mosaico natural. Tras un tramo de subida con alguna barandilla y escaleras de madera el valle comienza a abrirse al igual que la senda que gira hacia la izquierda, continuando otro tramo ascendente de areniscas en escalones naturales y margas, alcanzando una zona llana más abierta entre matorrales de genista, donde la senda se convierte en pista.
Pocos metros más adelante, ya en el collado de Santo Román, se alcanza un cruce de caminos desde el que se puede contemplar hacia el noreste el valle que conduce a La Peña, señalizado como GR 95, con los picos nevados al fondo de las Sierras Interiores de La Partacua y Tendeñera. El Camino, sin embargo, continúa hacia el sur por la pista señalizada en dirección al mirador, torre y ermita de Marcuello, pudiéndose notar el cambio en la geología, predominando ahora las calizas grises.
La pista avanza por una zona de matorral y asciende ligeramente dejando a la derecha la cima del macizo de Os Fils y el barranco de los Clérigos por el que se ven al fondo los mallos de Riglos, hasta llegar al desvío del mirador de los Buitres. Desde aquí al mirador hay una pista de 1,6 km que merece la pena recorrer para contemplar una de las mejores vistas de los mallos de Riglos y el valle del Gállego.
Retomado el Camino y tras 250 m, aparece la ermita románica de San Miguel, del siglo XII y rehabilitada, de la que sólo se conserva el ábside, y al lado un panel informativo explica las particularidades de este interesante conjunto medieval que domina la sierra de Loarre, a más de mil metros de altitud.
Desde aquí el Camino se desvía de la pista 300 m hasta el mirador de la Galliguera, junto a la ermita de la Virgen de Marcuello y la torre de Marcuello, que formaron parte del conjunto fortificado del castillo de Marcuello, construido en el siglo XII y que pone de manifiesto como estas sierras fueron puntos estratégicos para la defensa y vigilancia en los tiempos de avance del Reino de Aragón.
En el mirador hay varios paneles interpretativos y unas espectaculares vistas de la cara sur del Macizo de Os Fils y de la parte del valle del Gállego conocida como La Galliguera, entre La Peña y Biscarrués, ofreciendo una amplia visual de la Comarca de la Hoya de Huesca. El perfil de este castillo es visible desde gran parte de la comarca siendo una referencia visual para sus gentes.
Regresando hasta el desvío el Camino vuelve a tomar dirección Loarre, abandonando en este punto el trazado del GR 1, para alcanzar, en aproximadamente un kilómetro la siguiente bifuración, donde el Camino Natural continúa hacia la izquierda, dejando a la derecha la pista que conduce hacia el pueblo de Sarsamarcuello, situado a 3 km.
Bajo las crestas calizas de la Peña del Sol a la izquierda de la marcha, el Camino avanza en dirección este por la vertiente sur de la sierra de Loarre, rodeado en la parte inicial de la pista de una repoblación de pinos laricios (Pinus nigra), con un desarrollado sotobosque de boj y otros matorrales.
En esta zona, como en gran parte del prepirineo, los bosques autóctonos de quejigo (Quercus faginea), normalmente asociado a zonas húmedas y de umbría, se aprovecharon en exceso para leña, de tal manera que muchos de ellos llegaron a desaparecer. Fueron parte de estas áreas las que se repoblaron con pino laricio, aunque debido a la pérdida de fertilidad del suelo, en muchas zonas predominan los matorrales de boj y aliaga. Las carrascas, sin embargo, ocupan las orientaciones más soleadas y secas.
Desde los claros que ofrece el arbolado es posible contemplar a la derecha del Camino bellas panorámicas de la comarca de la Hoya de Huesca, cubierta de extensos cultivos, surcada por números cauces y salpicada de pueblos de gran tradición cultural.
Tras un tramo de ligero descenso por la ladera del barranco de Layán, se cruza un pequeño paso canadiense, y, en aproximadamente 1,5 km, en la umbría del barranco de Palangás, la ruta se interna en la zona conocida como el Cajigar o Cachicar. Aquí el Camino se desvía a la derecha, convirtiéndose en un precioso y estrecho sendero que se abre paso entre uno de los bosques de quejigo (conocido aquí como cachico) mejor conservados del prepirineo, donde además se encuentran otras especies como arce campestre (Acer campestris), arce de Montpellier (Acer monspessulanum), gayuba (Arctostaphylos uva-ursi), rusco (Ruscus aculeatus) o espino albar (Crataegus monogyna).
Tras rebasar el pequeño arroyo por unas pasaderas de piedra se alcanza de nuevo la ancha pista, que se vuelve a abandonar en unos 200 m esta vez a la izquierda, para de nuevo caminar bajo la sombra que proporcionan estos magníficos bosques, que constituyen el hábitat perfecto para muchos animales como el jabalí (Sus scrofa), el corzo (Capreolus capreolus) o la ardilla roja (Scirus vulgaris), y una variada avifauna con especies como la paloma torcaz (Columba palumbus), el gavilán (Accipiter nisus), el arrendajo (Garrulus glandarius) o el herrerillo común (Parus caeruleus).
En 300 m el Camino cruza la pista para descender en un paseo realmente reconfortante hasta la fuente de San Damián, donde el caminante encontrará un panel informativo y un pequeño banco para descansar y refrescarse a la sombra del arbolado, escuchando el tintineo de los cencerros del ganado que pasta apaciblemente en los prados cercanos.
Continuando la marcha y tras dejar a la derecha el sendero PR-HU-96, el Camino se convierte de nuevo en una ancha pista, que avanza ahora por una zona de matorral hasta el barranco de Calderillas. Aquí el Camino toma dirección sur y desciende por la divisoria izquierda del erosionado barranco en dirección a la población de Loarre.
Desviando la mirada a la izquierda se puede contemplar, encaramado sobre un promontorio de roca, el impresionante castillo de Loarre, una de las joyas del románico aragonés y declarado Monumento Nacional.
La pista desciende por la loma hasta que, tras dejar un camino a la izquierda y pasar unos campos de almendros, se alcanzan las primeras casas de Loarre.
Siguiendo las indicaciones se llega hasta el final de etapa, en la plaza Moya, donde se encuentra una buena muestra del renacimiento aragonés en la antigua Hospedería, del siglo XVI, casas solariegas bien conservadas y, cerca, la iglesia de San Esteban, con un característico capitel gótico. Junto a la plaza se encuentra una fuente renacentista de agua no potable construida en sillares con arco de medio punto rebajado, donde si el paseante tiene suerte, podrá observar posado sobre sus muros algún ejemplar de la mariposa nocturna más grande de Europa, el gran pavón nocturno (Saturnia pyri).
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Os fils y el el Castillo de Marcuello
Entre las poblaciones de Linás de Marcuello y Riglos se levanta el macizo de Os Fils, curiosa formación de acantilados rocosos, a modo de hojas o láminas (Fils) apiladas, que dan lugar a un bonito paisaje.
El origen de esta formación está en la erosión diferencial que presentan las distintas capas de roca más duras sobre capas de roca más blanda: como los estratos o capas duras se encuentran intercalados entre las blandas, el resultado final es este aspecto de apilamiento de láminas.
La parte superior del macizo es una especie de meseta relativamente plana, a mil metros de altitud, con un desnivel considerable en los cortados que lo rodean y que domina la sierra de Loarre. Justo en ese emplazamiento, se levantó el castillo de Marcuello actualmente en ruinas.
Esta fortaleza formó parte de una cadena de fortificaciones medievales creadas en la frontera sur con los territorios musulmanes de Huesca y Barbastro. En un principio, allá por el siglo XI, perteneció al efímero Reino de los Mallos, junto con Loarre, Agüero y Ayerbe, y pasó poco después a formar parte de la Corona de Aragón de Alfonso I el Batallador en la primera mitad del siglo XII. La estructura, similar a otras fortificaciones de la Hoya de Huesca, constaba de una gran torre de planta rectangular en este caso de cuatro alturas, rodeada de un recinto amurallado.
En la actualidad sólo se conservan el muro oeste de la torre, y la iglesia de Nuestra Señora de Marcuello, templo románico reformado en el XVII, que seguramente ya formara parte del conjunto fortificado con su torre-campanario de fuerte aspecto defensivo, y su ábside semicircular, bajo el que hay una cripta dedicada a San Esteban.
Al extremo oeste del castillo, se encuentra el mirador de los Buitres, el cuál alberga una de las mejores vistas de los mallos de Riglos, Peña Rueba y el valle del Gállego, e incluso se ven a los lejos los mallos de Agüero.
Desde aquí podemos observar con detenimiento el Paredón de los Buitres donde nidifica el buitre leonado (Gyps fulvus) principalmente, además de otras rapaces como alimoches (Neophron percnopterus) o quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) que también son comunes en esta zona.
Para acceder al mirador existe también una vía ferrata (llamada de Cubilillo) equipada recientemente que asciende la cara oeste del macizo, y que se ha convertido en una de las más populares debido a su moderada dificultad, excelentes vistas y abundante vegetación.
Próximo a los restos del castillo encontramos la ermita de San Miguel también del siglo XII, que aunque se encuentra restaurada conserva original su ábside cubierto con cuarto de esfera y parte de la nave cubierta con bóveda de cañón.