Red de Caminos
Naturales
Etapa 4: Santo Domingo de Garafía - Puntagorda - Tijarafe
Descripción
Patrimonio etnográfico entre los barrancos del noroeste de La Palma
En esta extensa y desafiante etapa del GR130, aunque no tan frecuentemente como en la anterior, el descenso y ascenso de los numerosos barrancos sigue siendo una constante. Entre ellos, destacan el imponente barranco de Izcagua o el de Briesta, que forman parte del escarpado paisaje del noroeste de la isla. Además de los bellos paisajes que ofrecen estos barrancos, casi siempre con vistas al océano, durante la etapa se podrá ir aprendiendo sobre el patrimonio rural de la isla al pasar junto a aljibes, eras o molinos tradicionales, o por localidades cuyas casas aún mantienen la arquitectura tradicional.
Esta etapa comienza justo donde concluyó la anterior, a la salida del barranco de los Sables. Pronto se llega a la plaza Baltasar Martín, junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Luz. Esta iglesia cuenta con la particularidad de estar compuesta por dos naves, algo único en La Palma y muy poco común en las Islas Canarias, además de contar con techos adornados por un hermoso artesonado mudéjar.
Los primeros kilómetros de esta etapa se realizan por la carretera LP-114, ya que esta ocupa el antiguo trazado del Camino Real. Es importante extremar las precauciones en este tramo, especialmente en las curvas cerradas y los cambios de rasante, donde la visibilidad es limitada. De esta forma se abandona Santo Domingo de Garafía, capital municipal, pasando junto al ayuntamiento y el campo de fútbol. Aunque los primeros barrancos se cruzan por asfalto, el paisaje a ambos lados de la carretera, cubierto de vegetación que llena los fondos de barranco, ofrece un bello contraste y convierte el recorrido en una experiencia visualmente atractiva.
Después de superar el barranco de Fernando Porto, se toma una pista asfaltada junto a una parada de guagas que asciende al barrio de Cueva de Agua. Menos de un kilómetro después, la ruta abandona el asfalto en favor de un sendero junto a una pequeña plaza con una Virgen. Comienza entonces el descenso al barranco del Atajo, seguido por una exigente subida al Lomo de Briesta. Este tramo es especialmente desafiante debido al firme suelto y las pronunciadas pendientes.
Una vez remontado el barranco, se deja el sendero para para continuar por una pista que recorre algunas explotaciones agrícolas y se encuentra con impresionantes ejemplares de pino canario (Pinus canariensis). La pista cede paso nuevamente a un sendero que empieza a descender mientras se interna en el barranco de Briesta, uno de las mayores de cuantos se encuentran en la etapa. Al fondo del barranco, el sendero se encuentra con la carretera LP-114, por la que se camina brevemente antes de desviarse de nuevo para ascender por un sendero que atraviesa una zona de cultivos. Tras pasar junto a unos edificios, el recorrido regresa a la carretera, ofreciendo un momento para recobrar fuerzas antes de continuar la travesía.
De nuevo en la carretera, es importante caminar con precaución, sobre todo en un primer tramo de curvas en el que hay poca visibilidad. Después de casi un kilómetro en que se va pasando por algunas casas dispersas con sus huertos y por un pequeño barranco, se toma un desvío a mano derecha por una pista de tierra.
Después de unos 700 m, en el fondo de un barranco y junto a un complejo de turismo rural, surge la opción de tomar una ruta alternativa. Aunque alarga un poco el camino, esta variante permite disfrutar de algunos de los dragonales (Dracaena draco) más bonitos de Buracas, zona donde se da la mayor concentración de esos icónicos árboles en todas las islas Canarias. Además, el recorrido pasa por el conjunto arqueológico y etnográfico de las Cuevas de Buracas, formado por varios poblados de cuevas naturales, petroglifos y varias necrópolis. Este desvío, de poco más de 1600 m por pista y senderos empedrados, vuelve a conectar con la ruta principal poco antes de llegar al barrio de Las Tricias.
Retomando la ruta principal, el sendero va ganando altura, cruzando los barrancos de La Mejera y del Corchete. En este tramo, el paisaje se enriquece con la presencia de un acueducto y por un bello recorrido rodeado de dragos y otra vegetación de fondo de barranco. De esta forma, se alcanza el punto donde la alternativa se vuelve a encontrar con la ruta principal y se continúa hacia el sur entre las dispersas casas de esta zona de Las Tricias, cruzando, en un par de ocasiones, una pista asfaltada que permite llegar al Museo de Interpretación del Gofio (MIGO).
El gofio, uno de los componentes esenciales en la dieta tradicional palmera y canaria, es una harina no cernida de cereales tostados, normalmente trigo o maíz, conocido localmente como millo. Este alimento, que tiene sus raíces en la cultura de los aborígenes canarios, ha perdurado como un símbolo gastronómico de las islas. El MIGO, inaugurado en 2016, está instalado en el antiguo molino de Las Tricias, que estuvo en funcionamiento hasta mediados del siglo XX. A ese molino acudían todos los garafianos con su grano y, debido a su situación, los vecinos podían ver si las aspas estaban funcionando para acudir a él. Las largas esperas, especialmente en días de poco viento, convertían este lugar en un centro de reunión y tertulia para los lugareños.
El camino se asoma al barranco del Corchete de nuevo, pero sin descender, y se vuelve a encontrar con la carretera junto a la que se discurre durante medio kilómetro antes de volver a abandonarla junto a una casa de grandes dimensiones. A medida que se avanza entre construcciones dispersas, es posible apreciar el valioso patrimonio etnográfico de la zona, con elementos arquitectónicos tradicionales como las eras o aljibes. Tras atravesar un pequeño barranco, comienza el descenso, por una pista empedrada y protegida por una talanquera, hacia el barranco de Iznaga. Tanto la bajada como la posterior subida se hace a la sombra de un pinar, lo que hace algo más llevadera esta exigente parte de la etapa.
Una vez remontado el barranco, ya en el término municipal de Puntagorda, y después de cruzar la carretera, el camino continúa entre pinos hasta llegar al Aula de la Naturaleza de La Rosa. En este punto se emprende una ligera bajada entre casonas y huertas hasta volver a cruzar la carretera en dirección al casco urbano de Puntagorda. La ruta no se interna demasiado en esta localidad, ya que se desvía en seguirá sin llegar al gran Pino de la Virgen, uno de los elementos más característicos de esta población.
El camino sigue su curso rodeando Puntagorda, avanzando en paralelo a la carretera LP-1, con la que se cruza a la altura de unas naves industriales. Se continúa apenas 300 m por el otro lado de la carretera, pasando junto a otro molino tradicional, antes de tener que cruzarla de nuevo. Aquí el sendero discurre por una pista que conecta con casas dispersas y sortea el barranco de El Roque. Tras un nuevo cruce de carretera, el camino transita por un sendero que, entre pinos, rodea a media ladera el barranco de Garome. El sendero va tomando altura de forma gradual hasta alcanzar una pista que desciende hacia la Casa del Trigo, un área recreativa con unas instalaciones muy completas. Cerca de esta zona, y cruzando la carretera, se puede acceder a un mirador que ofrece una impresionante panorámica del barranco de Garome, con el océano Atlántico como telón de fondo.
Ya en el municipio de Tijarafe, el camino se interna en la localidad de Tinazara. Al princio avanza entre casas dispersas rodeadas de frutales y huertas para, posteriormente, seguir por una calle plenamente urbanizada que pasa junto a la ermita del Sagrado Corazón de Jesús, un templo sencillo, pero con unas vistas inmejorables. Poco más de un kilómetro después de la ermita, la calle asfaltada por la que se estaba transitando se abandona por una pista empedrada que desciende al barranco de la Baranda.
Los últimos de 5 km de la ruta discurren de forma similar, alternando pista empedrada con asfalto entre viviendas dispersas acompañadas de huertos frutales. El recorrido también atraviesa varios barrancos, algunos de cierta entidad como el de Pinillo, Cueva Grande o el Aserradero. En el tramo final, el camino se adentra en las calles asfaltadas de El Pueblo de Tijarafe, capital municipal. La ruta vuelve a contactar con la carretera LP-1, que se cruza junto al parque ferial de Tijarafe, muy reconocible por su cubierta textil blanca de grandes dimensiones. Al otro lado de la carretera, tan solo queda subir por la calle Alcaldesa Mª Nieves Martín, que lleva al final de la etapa junto a una plaza donde se ha puesto en valor un lagar tradicional justo a la espalda de la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria.
Perfil
(calculado según criterios MIDE para un excursionista medio poco cargado)
Destacados
Información adicional
Tijarafe
Tijarafe es un encantador municipio ubicado en la parte noroeste de la isla de La Palma, en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Sus límites municipales se entrelazan con Puntagorda, al norte, la Sierra de la Cumbre, al este, el mar, al oeste, y los municipios de Tazacorte, Los Llanos de Aridane y El Paso, al sur.
Su topónimo tiene raíces en las lenguas aborígenes canarias, pero, a pesar de no conocerse la etimología exacta de "Tijarafe", existen diferentes interpretaciones y teorías. Entre ellas sobresale la relación con las palabras "tigad" o "tigaday", que se refieren a una especie de arbusto de la zona o que derive del concepto "tigarafe", que hace referencia a un lugar de encuentro o reunión.
La historia de Tijarafe se teje desde la llegada de los castellanos en 1492, liderados por Alonso Fernández de Lugo. Tras la conquista, la distribución de tierras y la formación de una sociedad diversa, incluyendo habitantes de la península, esclavos y población aborigen, marcan los orígenes de la población. El siglo XIX trae cambios que influyen positivamente en el desarrollo económico de la zona, pues muchos vecinos, en su mayoría campesinos pobres, migraron a Cuba debido a la precaria economía agrícola insular, castigada por la meteorología. A principios del siglo XX, la llegada del agua y la introducción del cultivo del plátano transforman la economía, la cual actualmente sigue girando en torno a la agricultura y la ganadería, siendo la plantación de plátanos la actividad más destacada, ocupando el 69% de la población activa.
La geografía de Tijarafe ofrece un paisaje montañoso con pendientes suavizadas, entre los 400 y 800 m de altitud, en donde reside la mayoría de la población. Mientras, los 11,5 km de costa destacan por acantilados imponentes y de difícil acceso.
A pesar de su aparente tranquilidad, Tijarafe esconde lugares fascinantes como el Barranco del Jurado, una espectacular trinchera natural llena de formaciones rocosas y cuevas que desemboca en la pintoresca Cala del Jurado. No muy lejos, la Cueva Bonita, una cavidad marina conocida por los reflejos multicolores que adornan su cúpula al atardecer, y que está envuelta en leyendas piratas, se convierte en visita obligada. La costa tijarafeña también alberga joyas como el Prois de Candelaria, un emblemático embarcadero y punto histórico para el comercio que actualmente es zona de veraneo y el conjunto de cuevas que componen el Pozo de Tinizara, en la desembocadura del Barranco de Garome. Por último, pero no menos importante, La Caldera de Jieque, apodada "Caldera de Taburiente en miniatura". Un entorno natural intrigante, con una orografía abrupta y un microclima que favorece a especies endémicas, y lugar predilecto para los pastores de cumbre.
Las fiestas patronales de Tijarafe, celebradas el 8 de septiembre en honor a la Virgen de Candelaria, son un evento que dura cuatro días. Entre los actos más destacados se encuentran la popular la Danza del Diablo, una celebración popular llena de color y tradición, y los actos religiosos en honor a la patrona, como la peregrinación a la Cueva de la Virgen. También son populares en estos festejos las luchadas, eventos gastronómicos y diversas actividades dirigidas a los niños del municipio.
Conjunto arqueológico-etnográfico de Buracas
El conjunto arqueológico-etnográfico de Buracas, descubierto en 1941 en el tramo inferior del Barranco del Corchete, dentro del término municipal de Garafía, al norte de La Palma, es un auténtico tesoro de la historia prehispánica de la isla. Este fascinante asentamiento, habitado por los Benahoritas, los antiguos pobladores de La Palma, ofrece una ventana al pasado con sus cuevas naturales, que servían de viviendas, y sus enigmáticos petroglifos decorados con motivos geométricos.
El complejo de Buracas se compone de varios poblados distribuidos en tres niveles a lo largo de una ladera junto a tres grupos de petroglifos que presentan diseños geométricos como espirales y meandros, ejecutados con la técnica del picado.
Sin embargo, Buracas no solo tiene interés arqueológico, también cuenta con relevancia etnográfica, ya que las cuevas han sido ampliamente reutilizadas hasta la actualidad para diversos fines como: viviendas, pajares y corrales. Este fenómeno se debe a la existencia de dos manantiales permanentes, los cuales atraían a vecinos de otras regiones de la isla.