Red de Caminos
Naturales
Etapa 8: Cala de Algaiarens - Cala Morell
Descripción
La transición entre la tramontana y la Menorca seca.
Esta corta etapa comienza en un pinar sobre arenales para posteriormente tomar altura y asomarse a los acantilados de Curniola. De camino se pasa de la tramontana a la denominada Menorca seca, con el consecuente cambio en la vegetación. La totalidad de la etapa discurre por espacios de la Red Natura, los LIC y ZEPA La Vall.
El aparcamiento de las playas de Algaiarens es el punto de partida de esta nueva etapa. Este arenal es uno de los más visitadas en esta zona de la isla, por lo que hay que tener cuidado con el posible tráfico motorizado. El viajero abandona el aparcamiento a través de una pista de tierra, aunque, en seguida, se comienza a caminar sobre arena y se adentra en un denso pinar de pinos carrascos acompañados de vegetación típicamente mediterránea como brezos o encinas.
Después de unos 800 m de paseo bajo la agradable sombra que ofrece el pinar, se abandona la pista arenosa a mano izquierda, entrando en cala Fontanells. Al contrario que otras calas del norte de Menorca que presentan un aspecto más natural, esta pequeña cala está fuertemente antropizada, con un embarcadero de hormigón que ocupa casi la mitad de la cala, una construcción en la orilla derecha y ruinas de otras construcciones en la orilla izquierda.
Será precisamente entre los restos de estas construcciones y las rocas del acantilado por donde se debe abandonar la cala. El camino comienza a ascender por la pared oeste de la cala, entre labiérnagos y aulagas que, en seguida, se ven acompañados también por lentiscos, brezos, y pinos de pequeño porte y matas del endemismo manzanilla de Menorca. La ruta dibuja entonces una amplia curva a izquierdas, dejando a un lado Punta Blanca. Fijando la vista al frente, el viajero disfrutará de unas bonitas vistas de punta de Curniola y de los colodares de Curniola y el de Binatram, pequeñas playas de piedra o guijarros.
Mientras, el viajero va bordeando el colodar de Binatram. Algunas sabinas aparecen entre la vegetación y, de frente, aparece un muro de piedra perteneciente a una finca y, además, una pista que viene de la derecha y que hay que ignorar, ya que el camino que se ha de seguir continúa hacia el norte, hasta llegar junto a una barrera que hay que cruzar.
El itinerario prosigue entre un muro de piedra a la izquierda y vegetación arbustiva compuesta por aulagas, labiérnago, brezos y lentiscos a la derecha. Según se sigue avanzando, comienzan a aparecer cada vez más pinos hasta que se termina discurriendo por un auténtico pinar. En pleno bosque, adosado al muro de piedra, el camino se topa con el aljibe de Corniola, una construcción tradicional para la captación de agua de lluvia.
Tras rodear el aljibe, el pinar comienza a perder su densidad dando paso al paisaje de matorral ya conocido en otros tramos y comienzan a distinguirse, en el horizonte, las casas ubicadas en Cala Morell. El camino, que sigue junto al muro de piedra, termina encontrándose de frente con otro muro, el que limita la urbanización, y junto al que continúa en dirección norte hasta llegar a la barrera que permite acceder a esta población.
La ruta va recorriendo la calle Vía Làctia, sorteando los chalets de la urbanización. A lo largo de este tramo se pasa junto a un desvío que indica cómo llegar a un poblado naviforme situado en la punta de Cala Morell. Es importante recordar que se está recorriendo una población, por lo que es obligatorio respetar las normas de circulación y tener precaución en los cruces de carretera.
Justo antes de salir de la población, se llega hasta una rotonda en la que se debe tomar la salida de la derecha, que va bajando por la calle Lira y llega hasta el acceso a la necrópolis rupestre de Cala Morell. Tras la recomendable visita a esta necrópolis, utilizada desde época pretalayótica hasta el siglo II, y antes de recorrer lo queda de etapa, se aconseja echar un vistazo hacia el norte y disfrutar de una bonita panorámica del barranco que comienza junto a la necrópolis y termina en la cala que da nombre a la urbanización.
El fin de la etapa está próximo. Para alcanzarlo, basta subir unos 150 m por la cuesta de la calle Lira hasta llegar junto a una barrera que permite salir de la urbanización.
Enlaces de interés
Perfil
(calculado según criterios MIDE para un excursionista medio poco cargado)
Destacados
El aprovechamiento del agua en el campo menorquín: Los aljibes
Tradicionalmente, el abastecimiento de agua en las fincas agropecuarias se hacía, principalmente, mediante tres métodos: los pozos, normalmente aprovechando acuíferos; las cisternas, que recogen el agua de lluvia de los tejados de las edificaciones, y los aljibes.
Estas estructuras consisten en una gran plataforma al aire libre con cierta pendiente que canaliza las aguas hacia un pozo construido o picado en la roca. Los pozos se cubrían con una caseta de sillares denominada “es coll”, desde donde se sacaba el agua mediante una polea y una cuerda con un pozal. Si la función del aljibe era de abrevadero para ganado, como es el caso del de Corniola, el agua se vertía sobre un canal que iba llenando las diferentes pilas. El agua de los aljibes también se podía destinar al consumo humano, siendo ejemplo de esto el aljibe de Es Mercadal, que aún está en uso.
En la actualidad, municipios como Maó han puesto en marcha planes para recuperar estos métodos tradicionales de aprovechamiento del agua.
Necrópolis rupestre de Cala Morell
La necrópolis de Cala Morell es un testimonio del tipo de enterramiento de los últimos siglos de la prehistoria en Menorca. Los habitantes enterraban a sus difuntos en grandes necrópolis de hipogeos o cuevas artificiales excavadas en la roca de los acantilados de los barrancos y de la costa o en los afloramientos rocosos próximos a los poblados.
La de Cala Morell es una necrópolis que data del talayótico final (500 - siglo I a. C.), situada en los peñascos del barranco que desemboca en la cala. Permaneció en uso hasta siglos después de la conquista romana de la isla del 123 a. C.
La necrópolis está formada por quince hipogeos, la mayoría de planta circular o más compleja, concebidos como tumba colectiva para acoger a los miembros difuntos de una comunidad, clan o familia, con variaciones en el tratamiento dado a los difuntos en función de las costumbres de cada uno de ellos.
Uno de los rituales más comunes era colocar el cuerpo sobre una cama de madera o dentro de un ataúd, acompañado del ajuar funerario. Otro consistía en depositar al difunto sobre una pira funeraria con el ajuar, ponerle trozos de piedra calcárea encima y prenderle fuego. Mientras las llamas consumen las partes blandas, la piedra se convierte en cal viva y, una vez fría y solidificada, los restos se recogen y se depositan en un espacio de la cueva. Se han hallado ajuares más ricos que otros, aunque no se puede confirmar con certeza si hubo una diferenciación social entre los difuntos.